Villena, la Ciudad
- 5 septiembre, 2022
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En ocasiones me iría de aquí, me encantaría alejarme de Villena, escapar. No sé muy bien de qué o de quién, pero me iría. A veces bromeo con la posibilidad de buscar un pueblito de la España vaciada, de esos que te ofrecen casa, colegio y empleo. Tener un huerto, criar gallinas etc. No funcionaría, lo sé. Se me mueren las plantas y no llevo la cuenta de los canarios y peces que se han dejado la vida en mi casa. Imaginen mi huerto. Pero soñar no cuesta nada.
O tal vez elegiría un lugar de la costa, dónde se pueda escuchar el ruido de las olas, aunque el aire sea húmedo y pegajoso.
Lo pienso, lo digo y sin embargo no soy capaz de dar un paso adelante y dejar Villena. Demasiado apego, demasiada gente a la que no puedo llevar conmigo, miedo supongo. A veces actúo como un viejo cascarrabias que de todo habla y todo lo critica: mira tú los parques, mira tú si el armatoste que han puesto delante de la fachada del teatro, mira tú las calles parcheadas, mira tú si la gente con los perros, ya ves, si como tienen la pinada de la Virgen. Supongo que será la edad, que ya va haciendo mella en el carácter. Enrabietado. De los que piensan que fuera de aquí todo es mejor, que hay pueblos y ciudades de los que deberíamos tomar ejemplo.
Pero eso puedo decirlo yo, claro. Que para eso soy villenense. Ahora, cuidado que me lo vengan a decir de fuera, cuidadito. Es lo mismo que pasa con los amigos y los familiares propios. Uno puede decir de lo suyo lo que quiera, pero que no nos los toquen los de fuera.
Y esto viene a raíz de dos anecdóticas conversaciones que escuché por casualidad. Pegando la oreja a un corrillo de foráneos que mantenían una conversación con uno de nuestros ciudadanos le recriminaban que qué tanto presumir de Villena si lo único que teníamos era un castillo. Leches, leches. ¿Cómo que sólo un castillo? Tenemos “EL CASTILLO”. Y un tesoro. Perdón, “EL TESORO” y una amplia oferta cultural que ha ido creciendo y enriqueciéndose con el tiempo.
Pero para rematar, escuchar a alguien decir que “ Villena es fea para vivir…” ¡ay que puñalada, ay que puñalada!” Gente de la capital diciendo semejante tontería. Pudieron haber dicho que es una ciudad donde se pasa mucho frío, o demasiado calor, una ciudad sin demasiadas oportunidades de encontrar empleo, poca oferta para el ocio juvenil, no digo que no. ¿ Pero fea, Villena? Con la de gente que se ha ido encantada de aquí aludiendo a lo bonito del eje Corredera, Joaquín María López y Constitución, ahora más tristón desde que han desaparecido varios negocios tradicionales. Villena y sus iglesias, su teatro, su museo. Una ciudad de evolución lenta, pero ¿fea?
Nunca me había parado a pensar qué concepto se puede tener de nuestra muy noble, muy leal y fidelísima ciudad, fuera de nuestras fronteras. Es verdad que yo también tengo dos o tres ciudades próximas a Villena a las que no me iría a vivir ni pagándome. Pero nunca dije que son feas. Digo que “no me gustan para vivir”.
Porque el lugar donde uno vive tiene que resultarle apetecible, tiene que existir conexión. A mí me gustan mucho las capitales castellanas, o las del Norte de España. Sin embargo, no me identifico con las capitales levantinas, ni Alicante, ni Valencia ni Castellón.
También depende de a qué vaya uno de visita a la ciudad en cuestión. Algunos compañeros de profesión que vienen a Villena, sólo se quedan con el edificio del Juzgado y aledaños y con la lección aprendida de que a Villena, en invierno, no se puede venir con traje de chaqueta mondo y lirondo, que la pelan.
Pero Villena no es fea, no digan eso. Escuchen y lean la letra de la Entrada. Vengan a ver Villena en el Medievo. O ahora, en las próximas fiestas patronales, con las calles engalanadas. Digan que los villenenses no sabemos cuidar lo nuestro, que no lo valoramos, que nos cuesta progresar, que con nuestra actitud a veces “afeamos la ciudad”. Que podríamos hacer la ciudad más bonita, cierto. Que hay que salir de lo local y adentrarse en el conocimiento de otras ciudades para aprender y ampliar nuestros horizontes para no estar siempre mirándonos el ombliguete. Que sí.
Pues aprovechemos estos días septembrinos de jolgorio y alegría, de los que hay quién también escapa, para embellecer el concepto de Villena como ciudad. Verán cómo sí podemos.
Y se vayan o se queden, les deseo una felices fiestas de 2022, por fin.