Un viaje en el tiempo

  • 13 marzo, 2015
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No se debe a la magia, aunque lo parece; no responde a ningún ritual de brujería, pero podría pasar perfectamente como tal. Cuando uno se adentra en ese mundo, cuando se aventura por las tortuosas calles que serpentean sin orden ni concierto aquí y allá, tiene la sensación de que, de alguna manera, se está viendo transportado a otro mundo, a otro lugar, a otra época.

 

No hay túnel, no hay puerta esotérica que te conduzca a ese mágico lugar. O puede que sí la haya. De cualquier modo, atravesado el umbral histórico, traspasado el punto en que realidad y ficción se confunden, cualquier cosa es posible. Si no fuera por los visitantes que, como uno mismo, todavía se resisten a vestir ropa del siglo XXI, a usar sus móviles, a anclarse a un tiempo que, para aquellas gentes es un futuro inconcreto y lejano, sería lógico pensar que, en verdad, hemos viajado a la Edad Media.

 

Ayuda, y mucho, la ambientación. Es imposible no encontrar un matiz diferente, un pequeño y valioso detalle en cada esquina, en cada rincón, por el que merezca la pena haber realizado nuestro particular viaje en el tiempo. Cuando parece que ya nada pueda sorprendernos, enfilamos una nueva calle donde lo mismo nos topamos con un acto de fe que con un malabarista o un tragafuegos.

 

Como suele ocurrir cuando se viaja, los mejores rincones se esconden en los lugares más insospechados, aquellos que se encuentran más alejados de las calles principales. Y en el intrincado laberinto de calles que se teje en el Rabal, abundan ese tipo de rincones. Uno los encuentra casi sin buscarlos. Es, probablemente, uno de los mayores encantos de la Fiesta del Medievo de Villena.

 

En palabras de Albert Einstein, hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la fuerza de la voluntad. Esa y no otra ha sido la fuerza que ha movido a los vecinos del Rabal a impulsar un evento que se ha ido superando a sí mismo con el paso de los años. Y es que, cuando hay voluntad, todo obstáculo se vuelve minúsculo, toda empresa deja de tornarse irrealizable.

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