¿Sorpresa?
- 11 mayo, 2024
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1 de abril de 1933. Tan solo dos meses después de alcanzar el Poder en Alemania, las SA nazis comienzan a poner en práctica el boicot hacia la población judía que suponía, en la práctica, identificar a quienes eran propietarios de negocios judíos y disuadir para que nadie comprara sus mercancías. Esta medida se incrementó con la prohibición de no acudir a consultorios médicos o de abogacía judíos.
15 de septiembre de 1935. El Estado nazi proclamó una serie de leyes en las que marcaba claramente quiénes debían ser considerados alemanes puros y quiénes no; entre estos últimos, la población judía; se prohibieron los matrimonios y mantener relaciones íntimas mixtos. El pueblo judío era considerado súbdito del estado, esto es, pasaba a ser ciudadanía de segunda clase.
Exposiciones, películas, obras de teatro servían de escaparate perfecto para alentar el odio hacia la gente judía tildada de ratas sociales que contaminaban la nación; se difundían por doquier carteles en los que los personajes judíos aparecían demacrados, con rostros oscuros, propensos a irradiar rechazo social. El sistema educativo aleccionaba en el mismo sentido a las nuevas generaciones, fácilmente moldeables por su edad biológica.
Más adelante, en 1938 la separación era más drástica y los recién nacidos judíos debían tener el nombre que aparecía en un listado exprofeso emitido por el gobierno nazi. En ese mismo año, los pasaportes de la población judía fueron anulados y los nuevos debían registrarse con la palabra J –de Jude, judío-. Metidos en la Guerra Mundial, en 1941 se hacía obligatorio llevar bien visible -cosida a la ropa y en el lado izquierdo- la estrella de David de color amarillo con la palabra Jude dentro de la misma.
Este proceso largo pero constante, de humillación social, económica y cultural hacia la población judía tuvo su corolario -en plena Guerra mundial- con el aniquilamiento, la destrucción sistemática y calculada de su gente. Porque eso fue el genocidio de la población judía: una operación que abarcó a todos los territorios que controlaba el estado nazi en Europa y que surgió no de un momento de ofuscación mental, sino que fue un proceso frío, calculado, analítico. Se acondicionaron campos de concentración para serlo de exterminio y se crearon ex novo si eran necesarios para recibir a miles de personas -no solamente judías, sino de cualquier índole religiosa, política o sexaual que los nazis consideraban enemigas-.
Un ejemplo dramático: cuando Alemania invadió Grecia en 1941, la ciudad de Tesalónica el 60 % de su población era de origen judío español. Al terminar el conflicto bélico, de esta, el 90% fue exterminada.
Y ahora, la sorpresa final. Sustituyan la Alemania nazi por el actual Israel y a la sufriente y humillada población judía de los años 30 por la palestina de hoy en día. Quienes vienen de ser víctimas llevan mucho tiempo convirtiéndose en verdugos.
A ver cuándo llega el día en que seamos conscientes de la tremenda importancia que es aprender Historia. Nos va la vida en ello.
Fernando Ríos Soler