Solo un instante

  • 31 agosto, 2014
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Las Fiestas no habían hecho más que empezar. Eso, indudablemente, se dejaba sentir en el ambiente. Día 5 por la noche, camino de la Troya. Sus primeras Fiestas tras la mili. El año anterior, se has había perdido por estar cumpliendo con ese deber patriótico y demás zarandajas. Por eso pensaba quemarlo todo, disfrutar de esos cinco días como si fueran los últimos de su vida.

Lo cierto es, que su entrada en la Troya no fue precisamente triunfal. En la primera pista, actuaba en ese mismo momento una de esas orquestas que los Estudiantes traían para los carcas. Rumbas, pasodobles y boleros componían un repertorio que él detestaba. Deseaba, necesitaba otro tipo de música más cañera y, en aquella pista, no la iba a encontrar.

Se dirigió, junto a sus amigos, a la barra cercana y pidieron, como tenían por costumbre, ron con cola. Para ello, necesitaron de más de media hora; en parte, por la cantidad de gente que se congregaba a esas horas en la barra; en parte, porque siempre había un amigo, o un conocido, con el que charlar. No importaba. Era día 5 por la noche y las Fiestas no habían hecho más que empezar.

          Vayamos a la pista del fondo – dijo, al fin, uno de sus amigos – Chasis no tardará en actuar.

Aprobaron la moción y, tomando el vaso de tubo, encaminaron sus pasos hacia las escaleras. Fue entonces cuando su mundo cambió. Apenas fue un instante, y muy lejos estaba él de saber que en el rostro de aquella chica en la que acababa de reparar entre la multitud, se dibujaba su futuro. Era como si el tiempo se hubiese detenido y hubiese dejado de existir. Ya no había nadie a su alrededor, ningún sonido llegaba ya a sus oídos. Todo se había vuelto de repente confuso, borroso. Todo, menos aquella chica; todo, menos su sonrisa; todo, menos su ojos vivos.

Conocía a la amiga que la acompañaba, circunstancia que aprovechó para que se la presentara. Luego, como tenía que ir al aseo, los dejó solos. En esos breves cinco minutos, tuvieron tiempo de reír e, incluso, de discutir. No la había visto en su vida, pero sentía que la conocía desde siempre.

El destino juega con nosotros a diario, nos pone a prueba; entrelaza y separa nuestras vidas como si solo fuéramos juguetes en sus manos. Son infinitos los factores que podían haber obrado en contra de que se conocieran. Pero la cuestión es, que se conocieron y, lo que aquella noche acababa de empezar, no eran solo las Fiestas, sino también un futuro juntos.

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