Sangre en Villena
- 28 diciembre, 2015
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Tragedia como la que Villena está viviendo estos días con la muerte de una mujer a manos de su pareja nos debería llevar a posicionarnos claramente; sin titubeos. Y no solamente como personas sino como miembros de la ciudadanía. Y, por supuesto, reflexionar y mucho. Aunemos reflexión y posicionamiento que es el fin de este artículo.
Lo primero es conocer que todo ser humano es imperfecto. Nadie es capaz de realizar nada por sí mismo por lo que vive en compañía de otros semejantes. La sociedad surge y, con ella, las pautas para que todos sus miembros vivan juntos. La clave de todo esto es averiguar quiénes establecen las pautas de convivencia y por ese camino podremos encontrar ciertas respuestas.
La Historia nos dice que, por regla general, las normas sociales han sido elaboradas por minorías en detrimento de la mayoría que ha sufrido las consecuencias al serles impuestas. El sistema democrático nació con la bandera de la Igualdad como punto básico. Esta Igualdad se refería a que las normas democráticas debían ser iguales para todos los miembros de la sociedad. Y, en 2015, es la Igualdad la gran utopía porque seguimos contemplando cómo es vejada y humillada cuando alguien mata a otra persona y, lo más grave, en nombre del Amor. La Igualdad sangró junto con Mónica el pasado martes.
La sociedad pierde el norte cuando se fomentan actitudes y normas que imposibilitan la convivencia democrática entre iguales. Y en dolorosa letanía que parece no terminar nunca, entierra a los más débiles físicamente porque quien tiene la fuerza bruta gana cuando la ejerce.
En esta reflexión apliquemos el posicionamiento. Creo que ya es hora de no solamente acudir a la concentración de esta mañana en la Plaza de Santiago para mostrar la repulsa y el asco ante lo sucedido en Villena si no trabajar diariamente por la ansiada Igualdad jurídica, sexual y cultural de quienes componen la sociedad.
Y comencemos por las familias. Eduquemos a nuestros hijos en la idea de que hacerse la cama, tender y planchar ropa, preparar la comida y salir a comprar comida no disminuye su masculinidad. No se es menos hombre por realizar esas tareas. Seguro que todo lo contrario.
Basta ya de juguetes dirigidos desde su inicio a niños y niñas; basta ya de ropita de color azul o rosa en función del sexo que tenga el bebé. Coeduquemos en la familia y prosigamos en el ámbito de la Escuela -así, con mayúscula-; en estar juntos niñas y niños, en que entiendan que, dentro de su imperfección, pueden crecer en colaboración y ese crecimiento es mutuo. Y, sobre todo, démosle Ética, la gran base de la Educación porque ayuda a definir lo que es bueno y malo siempre desde el análisis intelectual y afectivo.
No sirve de nada, absolutamente de nada, que el sistema educativo consiga un ingeniero aeronáutico fantástico si maltrata a la persona a quien ama -sea esposa, novia o amante-. ¿Para qué quiere la sociedad a un cirujano de reputada fama en la cárcel por haber matado a una mujer? Tengamos claro que nadie es perfecto y que conviviendo en Igualdad podemos, aunque sea durante unos breves instantes, parecer que lo seamos.