Relatos virales

  • 11 septiembre, 2020
  • Comentarios
Relatos virales

Esta semana, he decido quitarle la pátina literaria a este par de escritos breves, basados en pesadillas que me confesaron amigos cercanos y familiares lejanos, y que presenté a varios certámenes de relatos (destacar que el primero de ellos fue seleccionado en el IV concurso de microrrelatos “La primavera la sangre altera” del portal web “Diversidad literaria”). 

EL PACIENTE IMPACIENTE

Soy el último contagiado por Cod19, cuando me recupere, el coronavirus morirá conmigo pero no quiero matarlo. No quiero curarme. Suena a rancio egoísmo e incluso enfermizo. Valga la redundancia pero ahora soy famoso. ¿Qué pasa? Enseñar cacho en una revista, desvelar secretos de alcoba en la TV o fotos sugerentes en las redes sociales vale y lo mío no. Pensarás que tengo una enfermedad mental asociada a la propia enfermedad pero no es así. 

Acaban de salir de la pecera que, me aísla del resto del mundo, un buen puñado de periodistas: Antena3, Cuatro, La Sexta, TVE y ahora me siento solo sin mi querido público. Me filman y a la vez me veo en la pequeña TV de 24 pulgadas de la habitación de hospital. Perdón…suite de hotel. Sí, estoy en el Ritz de Madrid en la habitación Presidencial donde han evacuado Papas, Reyes y Presidentes….bueno paridad ante todo: Mamás, Reinas y Presidentas también se aliviaron en el trono. Me trasladaron para homenajear por ser el último infectado aunque la verdad es que estaba confortablemente con una planta para mí solo en el hospital público de al lado de casa. 

El virus mutó a finales de 2020 y ahí sobrevino el desastre porque la mutación lo hizo más “virulento” y en 48 horas te ibas a al hoyo sí o sí. La gente no pudo aguantar una segunda cuarentena y los saqueos, crímenes y suicidios se multiplican exponencialmente. Mis padres han muerto así como mi mujer y mis dos hijos. Ya solo me quedan mis 15 millones de telespectadores, ya que la población del país se redujo a la mitad. Qué voy a hacer ahora cuando está maldita vacuna me cure y mi historia se escriba ya con pretéritos. Igual debería hacer algo al respecto. Exigir tener un programa propio en prime time, ser tronista perpetuo u obligar a Netflix a hacerme un biotopic. Y ahora qué…sin seres queridos, sin atención mediática , sin trabajo…solo me queda una salida. El suicidio. 

Es increíble que toda esta sucesión de pensamientos hayan pasado a tal velocidad por mi mente mientras sigo cayendo desde la sexta planta del hotel Ritz. Ni me imagino el largometraje que le pasaría por la cabeza a aquellos que se lanzaron desde las torres gemelas el 11S. Bueno, me despido hoy es 25D ¡Feliz Navidad! 

DETRITUS

Acabo de volver de tirar la basura. Indumentaria anti zombis: primera capa calzoncillos dolce y banana, calcetines Mike, chándal  Adidhas..

Todo cortesía de mi querida madre quien es culpable de capones en distintos ángulos , risas de tonalidades altisonantes,  comentarios sarcásticos sino bordes simplemente…en mi etapa escolar. Eso que hoy llamamos bullying se hubiera evitado comprando marcas patrias decentes de factura (de mano de obra) y no indecentes en cuanto a su factura (precio en tienda). Vamos marcas de clase media: J’jayber , Paredes, Kelme…

Tras este pequeño inciso, corro un estúpido velo, y prosigo con mi apocalipsis zombie. Como máscara portaba el último modelo del Decathlon que parece un casco de cosmonauta (perdón astronauta que me delata mi preferencia comunista) y no el que, perdón por insistir, hubiera preferido mi madre: gafas de buzo con goma carcomida y aderezada con arena de playa reseca, tubo de “déjaselo a los primos que total somos familia y el ADN es parecido” y para culminar el modelito …flotador de corcho rosa adherido a la espalda cual novia de las boyas amarillas de las playas…

Bueno, salgo ya, y veo pasar un perro solo pero arrastrando una correa. Por lo menos imagen inquietante con tal solo franquear el portal dos palmos. Tres posibles hipótesis: 1) En el turno de pasearlo uno ha fallado y el pobre can, cansado de esperar, se ha ido a pasear solo y así hacer tiempo hasta el próximo amo fugaz y postizo que siga en la lista de prostitución animal. 2) El perro ha encontrado la máscara de la película “La Máscara” y ha devorado a su legítimo dueño (bueno legítimo no, a uno de sus duelos de postureo). El legítimo debe jactarse de ser el “chulo” de la pobre hija de perra) 3) Ha habido un duelo mosquetero y ambos espadachines han resultado muertos y el perro al que llamaremos Willy (por protección de testigos , secreto de sumario, protección de datos y aceptación de cookies que por cierto estaban duras, rancias e incomestibles) consigue, por fin su ansiada libertad.

Una vez superada esta primera visión turbadora …consigo doblar la esquina de mi casa (no hacer el chiste fácil y carente de humor inteligente) y me encuentro a la abuela que vive en la casa más ruinosa que podáis pesadillear (porque soñar con esa chabola es impensable). La abuela se planta ante mí y saca una escoba y me apunta con la parte que hace honor a su nombre: las cerdas. Había tanta pelusa que allí podría haberse escondido…Maradona. En fin, nuestra querida octogenaria bis (porque por lo menos ya había cumplido los 160 años) me espeta: “la escoba mide un metro que es la distancia recomendable para evitar contagios así que no te acerques ni un centímetro capullo”. 

Vaya con la abuela de los cojines. Me alejo, con las manos donde ella pudiera verlas , cual TRex acongojado y marcó una distancia de , por lo menos, 3 escobas con la momia. 4,5,6,7…escobas ya estoy seguro y cerca de mi objetivo: el contenedor de basura. Justo antes de otear las primeras bolsas de caca…el vecino de enfrente que siempre tiene la pura manía de aparcar en la mismísima puerta de mi cochera, una calle estrecha donde no se precisa vado .Creo que él tiene tantas ganas de romper la visera de mi escafandra como yo la luna de su coche. Nos cruzamos , cada uno pegado a la pared opuesta. 

Estoy a menos de una escoba del contenedor y rasss se me rompen las bolsas de basura y se esparce todo por el suelo. Miro a mi alrededor y nada, ni un alma. Cuando ya me iba veo , por el rabo del ojo (porque yo tengo rabo no rabillo) un resquicio de ventanilla bajada del coche de mi idolatrado vecino. Ni me lo pienso. Recojo los desperdicios más fluidos que mis manos pueden abarcar y se los cuelo dentro del coche cual paquete de Amazon Ahí tienes lo que te corresponde por tu respeto vecinal durante años y años.

Dirán lo que quieran pero la tapicería quedó tan bien que…meses después superada la pandemia, mi adorado vecino recibió una carta certificada (en su buzón de verdad) que llevaba como remitente el museo Guggenheim. Querían comprar su tapicería por una fortuna (la que tiene el muy cafre) para exponerla, en el vestíbulo, bajo el título de “Detritus apocalíptico”. Ya saben el arte es …morirte de frío.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *