“… Pero no podrán detener la primavera”
- 18 abril, 2022
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Como escribió Pablo Neruda, “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Es la frase que ronda por mi cabeza en estos tiempos convulsos que estamos viviendo. Todavía no hemos terminado de sufrir la sombra de la pandemia y ahora padecemos, minuto a minuto, los horrores de una guerra sin sentido; y si esto no fuera difícil de sobrellevar, la recesión económica se nos viene encima con unos precios abusivos de la energía y un aumento incesante del precio de la vida. Es inevitable anticipar un futuro oscuro, pero siempre hay hueco para la esperanza. La Tierra sigue girando y la naturaleza sigue su curso, hemos tenido al principio de esta primavera unas lluvias muy esperadas –no todo es negativo–, y nos han traído un jardín de plantas silvestres lleno de color, que, en medio de todos esos horrores, nos alegra la vista y el corazón. Siempre he sido una defensora de nuestros campos y cunetas en primavera, ya que albergan una alta biodiversidad en nuestras latitudes. Son las plantas que suelen denominarse, erróneamente en mi opinión, “malas hierbas”, pero que tienen un gran valor no sólo ambiental sino también tradicional. Mi intención es desterrar la idea negativa que se asocia a estas especies, y para ello no hay nada mejor que individualizarlas y darles el valor que tienen por sí mismas; sólo un buen conocimiento de estas plantas nos permitirá valorarlas en su justa medida.
Unas de las primeras en dar la bienvenida a la primavera son las que pertenecen a la familia de las Crucíferas, también llamadas Brasicáceas. Sus flores de vivos colores amarillo, violeta o blanco, pintan el verde de nuestros herbazales; son sus pétalos, en número de cuatro y forma de cruz, los que justifican el nombre de “crucíferas” (hierbas de las crucecillas) y esta característica también las hace muy fáciles de reconocer. De entre todas ellas, hoy me voy a centrar en la “oruga”, Eruca vesicaria (L.) Cav., muy abundante en todas las cunetas y bordes de caminos de la huerta y zona urbana de Villena. Es una planta que puede alcanzar medio metro de altura; posee hojas muy divididas con un fuerte olor, muy característico, y como antes he dicho produce flores con cuatro pétalos de color crema claro (que se intensifica con la desecación), bastante grandes con respecto al tamaño de la planta, y ornamentados en toda su extensión con algunas venas violáceas o de color granate. Forma parte de las verduras silvestres que se han utilizado desde tiempo inmemorial en la cuenca del Mediterráneo, de donde es originaria, y ya se tiene constancia de su uso desde la época de los romanos. En este punto, es posible que alguien esté pensando: “¡Qué pena que estemos perdiendo el conocimiento de las plantas silvestres comestibles!… Pues, en este caso, ciertamente hemos perdido el uso de “nuestra oruga” en la cocina diaria; pero, si os dijera que a esta planta también se la conoce como “rúcula”, estoy segura de que muchos de nosotros confesaríamos haberla consumido en los últimos años –o incluso asiduamente en nuestras recetas habituales–, ya sea en una tosta, en una ensalada o en “piadinas”, creyendo que se trataba de una nueva verdura que venida de Italia. En este caso, los italianos han sabido poner sus verduras silvestres en valor y exportarlas fuera de sus fronteras. No deja de ser triste que el desconocimiento de nuestra propia flora nos haga percibir a la rúcula como una planta foránea y no como lo que es, acervo de nuestras plantas silvestres comestibles. Su sabor característico, algo picante, es propio de esta familia botánica; no en vano esta especie es pariente próximo de la mostaza, el rábano o el propio “wasabi” (la pasta oriental, verde y picante, que se ha popularizado con el “sushi”).
La oruga silvestre se usaba en la Edad Antigua mayormente como condimento, pero ya en aquellos tiempos eran conocedores de sus propiedades afrodisiacas. En el famoso poema Moretum de Virgilio, esta planta no sólo forma parte de las recetas, sino que se le reconocen dichas propiedades con frases como “et Venerem revocans eruca morantem” (y la oruga despierta a la Venus perezosa). Pero no sólo Virgilio hace referencia a este carácter; también en los Poemas priapeos (Priapeia o Carmina priapea), se nombra varias veces a la oruga con este mismo propósito, por lo que el propio Dioscórides lo destaca en su conocida obra sobre las plantas medicinales asegurando que “comida cruda en gran cantidad, estimula la lujuria”. En casi todas las ocasiones, el poder afrodisiaco atribuido a muchas plantas no tiene apenas fundamento científico, pero la mente es prodigiosa en estas lides. Y es que la primavera por todos es conocido que la sangre altera, la luz del sol aumenta la serotonina, lo que incrementa nuestra energía y mejora nuestro estado de ánimo. ¡Feliz primavera!
Eruca vesicaria http://www.floraiberica.es/floraiberica/texto/pdfs/04_072_60_Eruca.pdf