Pequeñas cosas
- 29 julio, 2020
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Antes de hacerse un importante hueco en el universo literario con la Ladrona de libros, Markus Zusak dejó escrito en Cartas cruzadas, su primera novela, la frase siguiente: “No es gran cosa, pero supongo que es cierto eso de que las grandes cosas no son más que pequeñas cosas en las que uno se fija”.
Es, sin duda, una afirmación llena de matices que no se pueden pasar por alto y en la que el autor australiano dejaba señales claras de la estupenda novela que vendría más tarde, mucho más madura, un novela donde las frases redondas, cargadas de sentimiento y verdad, nos hablan de la enorme sensibilidad literaria de Zusak.
Sin embargo hoy prefiero centrarme en aquello de las pequeñas cosas, esas que muchas veces nos pasan desapercibidas y cuya presencia o ausencia podría ser determinante en nuestra vida. Quizás hagan falta situaciones como en la que nos hemos visto inmersos (y todavía lo estamos) para apreciar esos momentos ínfimos, esos recuerdos perdidos, esas experiencias cotidianas cuya suma somos las personas.
Pequeñas cosas como el abrazo prohibido que ahora queda relegado en beneficio de una palabra, de una mirada o, en el peor de los casos, de una distancia mínima aunque dolorosa.
Pequeñas cosas como la libertad de ir o venir, de aspirar profundamente un aire que era nuestro y ahora parece secuestrado, de dejarse llevar por la normalidad en gestos tan mundanos como sentarse en un banco del parque, comprar o reunirse con la familia o las amistades.
Pequeñas cosas como confiar en el contacto, en el abrazo, en el otro, en la manera de actuar o comportarse de los demás. Como disfrutar de la sonrisa ahora escondida tras una mascarilla aséptica que solo devuelve rostros asépticos.
Pequeñas cosas como darle vida a los centros educativos de la única manera posible: llenándolos de prisas infantiles, de gritos infantiles, del asombro infantil de quien encuentra en el colegio una fuente constante de descubrimiento y amistad.
Escucho en los medios esa expresión de nueva normalidad y solo me parece un concepto abstracto que suena a irrealidad, un sucedáneo de algo que tuvimos y que quizás no apreciamos lo suficiente porque solo eran esas pequeñas cosas que le dan, sin embargo, todo el sentido a la vida.