Pangea
- 30 junio, 2024
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A principios de 2023 se celebraron los ciento cincuenta años de la publicación de una de las novelas más conocidas y entretenidas de Julio Verne, La vuelta al mundo en 80 días, y, aunque en muchos aspectos las andanzas de Phileas Fogg, su protagonista, han sido superadas por el tiempo y los avances de la sociedad actual, en otros siguen tan vigentes como el primer día. Sobre todo, esa necesidad del ser humano por el desafío, premisa y detonante de la citada novela.
Fogg necesitaba de ochenta días (setenta y nueve si tenemos en cuenta que emprendió su viaje siguiendo el sentido de la rotación de la Tierra) en recorrer los poco más de treinta y seis mil kilómetros que le permitían partir y regresar a Londres para rendir cuentas a los socios del Reform, club de caballeros del que él también era miembro. Y lo hizo con los medios de que disponía en la época en que está ambientada la novela, finales del siglo XIX. Es decir, el barco de vapor, la diligencia o a lomos de un elefante asiático, por poner algunos ejemplos.
Hoy en día sería impensable tardar tanto. De hecho, el propio Fogg podría realizar el mismo recorrido de la novela en once días. Incluso menos. El estadounidense Steve Fosset empleó, por poner por caso, sesenta y siete horas en circundar el planeta en avión. Eso sí, sin realizar una sola parada en todo el trayecto.
Sin embargo, todavía se puede hacer el viaje en menos tiempo. Si no en un sentido literal, al menos desde un punto de vista espiritual. Podemos, si nos sumergimos en Pangea, una obra exquisita compuesta por el músico gallego Abraham Cupeiro, que ha sido interpretada en muchas de las grandes salas de conciertos y que el día 24 de mayo algunos privilegiados tuvimos ocasión de disfrutar en nuestro Teatro Chapí.
Cupeiro, acompañado por la Banda Municipal de Música de Villena y con su director, Pedro Ángel López, al frente, nos propuso un viaje que arrancaba en Oceanía y que luego recorría diferentes puntos del planeta. Un viaje en el que lo mismo nos llegaban sonidos lejanos de una caracola, que nos seducía la sugerente melodía de un duduk, típica flauta armenia, o el lastimero aullido de un cornu de la Roma clásica nos evocaba recuerdos perdidos.
Porque si por algo destaca el músico gallego, además de por su maravillosa obra, es por su empeño por recuperar instrumentos de otros tiempos que, en muchos casos, habían pasado al olvido. En su taller de Sarria estudia y construye muchos de esos instrumentos basándose en ejemplares hallados en yacimientos arqueológicos o a veces valiéndose tan solo de una imagen de los mismos.
Constructor y multiinstrumentista, Cupeiro devuelve a la vida sonidos que habían enmudecido y, con ellos, nos invita a ese viaje, no solo a través del espacio, sino del tiempo. Y lo hace por medio de un mensaje que busca la reflexión sobre lo que fuimos y hacia dónde nos encaminamos como civilización.
Dichos sonidos, como decía, resucitaron una vez más en nuestra ciudad a finales de mayo. El hecho de que el teatro no estuviera lleno es una anécdota ínfima que no empaña la experiencia que pudimos disfrutar los que sí tuvimos la oportunidad y el placer de asistir a este viaje introspectivo por una Pangea imaginada y hecha música