Otro año sin Fiestas para preservar las Fiestas
- 3 septiembre, 2021
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Quienes amamos las Fiestas no nos conformamos con cualquier fiesta. Nuestras Fiestas de Moros y Cristianos tienen un nombre, una reputación, una personalidad diferente a otras, su propia idiosincrasia, se vive de una manera particular, distinta, muy a lo villenense. Las Fiestas, nuestras fiestas, son lo que son y representan lo que representa porque entre todos los que participamos y las disfrutamos debemos saber conservar su esencia, su identidad propia, la manera que tiene de ser por encima de las personas que estuvieron, estamos y estarán.
Esto explica que, desgraciadamente, un año más nos hallamos quedado sin Fiestas.
Un año más la pandemia haya motivado su suspensión. Una decisión, dolorosa si cabe, pero obligatoria si de verdad amamos nuestras fiestas. Porque la alternativa, debido a las restricciones, medidas higiénicas, preventivas y de salud, habría convertido nuestros eventos tradicionales en algo diferente, irreconocible. Y no, no queremos un sucedáneo de Fiestas.
Se podrá – o no – realizar algún acto concreto con todas las medidas de seguridad en lugares acotados, fáciles de controlar para evitar contagios, pero no los actos que os une a los festeros: los desfiles, la música, los encuentros multitudinarios en nuestros recintos de comparsas y kabilas.
Tendríamos complicadísimo contar con nuestros músicos, desfilar con ellos, compartir nuestro espacio, nuestra comida y nuestro tiempo con los otros, ser una comunidad abierta del pueblo al pueblo entero, entregarnos durante días a nuestros amigos y familiares, a los que vemos todos los días y a los que sólo abrazamos cada mes de septiembre porque residen fuera. Sin todo ello tendríamos unas fiestas que ninguno de nosotros reconoceríamos. Y, por lo tanto, no sentiríamos como nuestro, como propio.
Estas razones son, en cierta medida, las que nos deja tranquilos, entristecidos, pero convencidos de que el margen de maniobra a causa de la Covid-19 no era muy grande. Y lo más respetuoso y prudente era tomar la decisión de no realizarlas.
Y no por ello, no deja de dolernos estos dos años sin fiestas. Pero, en cierta medida, estoy seguro que en este intervalo muchas personas involucradas en ella habrán aprovechado para hacer reflexión individual y colectiva para lograr que, en las próximas ediciones, sea una Fiesta mejor, con mayor brillo, mayor repercusión, más participativa, integradora, colectiva y organizada.
Estoy seguro que llegarán mejores momentos, y que este intervalo habrá valido la pena. Habremos contribuido a reducir la pandemia, habremos asegurado el valor de nuestra fiesta y habremos cimentado para el futuro, una Fiesta que no pierde en el presente, porque no celebrarlas hoy es la mejor manera de preservarla para el futuro con plena salud.