Momentos
- 22 septiembre, 2022
- 1 Comment
Momento primero
Al principio, surge el silencio. Distinto. Tenso. Expectante. Un silencio que crece, que se ramifica hasta extenderse por todas las calles aledañas, hasta que se impone por encima del bullicio general y deja en el aire un aroma a renovación, a empezar de nuevo, a esa tormenta que amenaza con estallar de inmediato.
Momento segundo
Dos toques secos. Apenas parece nada y, sin embargo, lo es todo. Porque anuncia lo que viene y, lo que viene, es un carrusel de emociones largamente esperado por todos los presentes y también por aquellos que lo viven en la distancia. Un suspiro breve en el que todas las miradas se concentran en un único punto, en un único músico. En el responsable de esos dos toques secos que apenas parecen nada y lo son todo.
Momento tercero
El público, una masa discordante y heterogénea hasta unos instantes antes, es ahora otra cosa. Hay un sentimiento compartido, una necesidad mutua por esa tormenta que ya llega. Se entiende y se comparte sin necesidad de pronunciar ni una sola palabra. Aquel a quien se tiene al lado, ya no es un desconocido sino alguien al que nos une un vínculo, efímero quizás, pero real.
Momento cuarto
Arranca la música casi a traición. Los primeros sones de un pasodoble por todos conocido se abre paso entre el júbilo que estalla también de repente. El único pasodoble que encaja en ese instante, en ese lugar, en ese día. Las maderas, los metales y la percusión suenan en perfecto equilibrio para que esa composición centenaria regrese a las calles una vez más. En esta ocasión, con mayor significado si cabe.
Momento final
Luego todo discurre como debe, con naturalidad, con armonía, con esa locura perfecta y sanadora que para nuestros ancestros significaba una pausa necesaria en una existencia dura, trabajada. Para los que vinieron después, días de asueto, de cambiar la piel por una nueva, de regresar a otros tiempos, de recordar a los que ya no están, de disfrutar de la magia de una ciudad que se transforma para su cita anual.
Y cuando las últimas notas del pasodoble suenan en la lejanía, cuando se tiene la certeza de que las Fiestas han regresado por fin, quedan una, mil sonrisas dibujadas por el camino. Nada comparable, tal vez a las lágrimas de emoción contenida que se derraman a su paso. Porque es día 5 y suena La Entrada.
1 Comments
No es para tanto, prefiero el momento del pregón.