María Sánchez: «Intentamos entender qué ocurre en el cerebro de pacientes de Alzheimer»
- 15 enero, 2021
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La villenense María V. Sánchez Micó es licenciada en Química y en Bioquímica por la Universidad de Sevilla. Desde pequeña tuvo claro que quería ser investigadora y amplió su formación estudiando un máster en fisiología y neurociencia. El pasado año 2019, consiguió el título de doctora en “Biología molecular, biomedicina e Investigaciones clínicas”, concretamente en la rama de neurociencias, y actualmente reside en Boston (Estados Unidos) y es científica en el Hospital General de Massachusetts (MGH). Sus investigaciones se centran principalmente en la enfermedad de Alzheimer.
P. ¿En qué consiste tu trabajo de investigación?
R. Existen diferentes maneras de abordar la investigación sobre la enfermedad de Alzheimer. Hay investigaciones centradas en encontrar métodos de diagnóstico temprano y otras dedicadas a buscar tratamientos eficaces que retrasen o eviten el inicio o la progresión de la enfermedad. Pero para ambos objetivos, es necesario también entender los mecanismos y los aspectos fisiopatológicos de la enfermedad. Por ello, también son importantes los trabajos de investigación básica sobre la enfermedad. En mi caso, mis investigaciones hasta ahora se han basado en tratar de entender qué ocurre en el cerebro de pacientes de Alzheimer, utilizando diferentes aproximaciones experimentales, con cultivos celulares, ratones modelos de la enfermedad y muestras humanas. Con ello, tratamos de entender los mecanismos patológicos que llevan a la progresión de la enfermedad, para poder contribuir a la búsqueda de posibles dianas terapéuticas o herramientas de diagnóstico tempranas y fiables. Más concretamente, mis proyectos se centran en entender el papel de los astrocitos (un tipo de células muy abundante en el cerebro) en la patología de Alzheimer.
P. ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo y lo que menos?
R. Lo que más me gusta de mi trabajo día a día es realizar experimentos en el laboratorio y todo lo que ello conlleva. Es decir, todo el proceso de hacerse nuevas preguntas, pensar cómo resolverlas y qué aproximaciones experimentales utilizar y, sobre todo, llevarlas a cabo en el laboratorio. Me siento muy cómoda en la “poyata” probando cosas nuevas. También me gusta buscar y leer nuevos estudios y resultados que van saliendo día a día y aplicar los nuevos conocimientos e ideas a mis propias investigaciones, así como compartir esos momentos y charlas con otros compañeros del laboratorio y colaborar con ellos. Sin embargo, lo que menos me gusta es el momento de sentarme frente al ordenador a escribir proyectos y becas para buscar financiación o incluso los propios artículos científicos, aunque son parte esencial para compartir resultados y hallazgos con el resto de la comunidad científica, y poder así avanzar más rápidamente en el conocimiento de esta y otras muchas enfermedades. Personalmente, escribir es la parte que menos disfruto, pero cuando veo el resultado, siento una satisfacción enorme, porque todo el trabajo previo cobra sentido finalmente.
P. ¿Cómo podemos prevenir la enfermedad de Alzheimer?
R. Para contestar esta pregunta, primero me gustaría comentar que existen diversos factores de riesgo que predisponen a padecer la enfermedad. Algunos factores de riesgo vienen determinados por el envejecimiento y por ciertos factores genéticos que aumentan la predisposición a padecerla, pero que no podemos controlar. Sin embargo, la mayoría de factores de riesgo están asociados a otros problemas de salud y al estilo de vida, por lo tanto, sobre éstos sí tenemos una gran capacidad de actuación. Es decir, los principales factores de riesgo están relacionados con obesidad, diabetes, alteraciones cardiovasculares, tabaco y alcohol, estrés, la actividad intelectual y la interacción social. Por tanto, las principales vías de prevención de la enfermedad de Alzheimer se basan en disminuir dichos factores de riesgo, lo que se resume en mantener unos buenos hábitos saludables, como alimentación equilibrada y sana, practicar ejercicio físico (mantenerse activo físicamente), eliminar el tabaco y el alcohol, realizar ejercicios cerebrales (leer, aprender cosas nuevas, resolver crucigramas, etc.) y socializar. En definitiva, el mensaje que me gustaría transmitir es que no podemos evitar envejecer, pero sí podemos hacerlo de una manera saludable y así prevenir o reducir el riesgo de padecer esta u otras enfermedades asociadas al envejecimiento.
P. La pandemia ha obligado a confinarnos en casa y a limitar las relaciones sociales ¿estos cambios incrementan el riesgo de padecer Alzheimer?
R. Por desgracia, la pandemia nos ha afectado a todos de una manera u otra, pero está claro que la disminución de las interacciones sociales, entre otros factores, aumentan el riesgo de padecer Alzheimer. De hecho, aunque no soy neuróloga y no trato pacientes, no me extrañaría que hubieran sufrido un empeoramiento cognitivo a lo largo de los meses en los que han estado “encerrados” en casa o en una residencia, que podría mejorar al suavizarse las restricciones de confinamiento o al volver a una situación algo más normal. Puede deberse a muchos factores como la disminución de la interacción social, pero también al cambio o la alteración de la rutina diaria, la disminución de actividades cognitivas, la reducción de actividad física o alteración en las rutinas alimenticias, pero está claro que la pandemia les puede afectar de manera negativa tanto a los pacientes como a las personas sanas, aumentando el riesgo de padecer la enfermedad.
P. ¿Se está cerca de encontrar un tratamiento definitivo para la enfermedad?
R. Aunque me encantaría decir que sí, todavía no hay ningún tratamiento efectivo a medio plazo. Los fármacos aprobados actualmente sólo mejoran levemente los síntomas de la enfermedad. Algunos de ellos mejoran la función cognitiva en estadios iniciales otros alivian los síntomas neuropsiquiátricos. Sin embargo, estos tratamientos son efectivos sólo durante un tiempo determinado, pero llega un momento en que dejan de hacer efecto. Por ello, lo que se buscan son tratamientos que modifiquen la enfermedad en sí, así como métodos de diagnóstico temprano, para poder actuar lo antes posible. Hoy en día, hay muchos posibles fármacos en distintas fases de ensayos clínicos, pero es difícil decir cuál de ellos será realmente y cuándo estaría disponible. También existen tratamientos no farmacológicos que se basan en actuaciones terapéuticas cognitivas sin hacer uso de medicamentos, para mejorar el bienestar y la calidad de vida del paciente, mediante rehabilitación y estimulación cognitiva, musicoterapia, ejercicios de memoria, etc. En definitiva, seguramente no exista una solución o un tratamiento “mágico” para curar la enfermedad de Alzheimer, pero se podrá retrasar el avance de la patología con la combinación de marcadores de diagnóstico temprano, un mayor conocimiento de los mecanismos patogénicos y, con ello, estrategias terapéuticas basadas en dianas moleculares más precisas y específicas, junto con un estilo de vida saludable. Todo ello ayudará a disminuir o retrasar la aparición de esta enfermedad.
P. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando en Estados Unidos? ¿Por qué te fuiste?
R.Vine aquí en 2017 gracias a una beca que me concedieron para realizar una estancia predoctoral durante 4 meses. Por suerte, cuando defendí mi tesis doctoral, el Dr. Bacskai me ofreció un puesto como investigadora postdoctoral en su laboratorio y volví, esta vez por un tiempo más largo, para desarrollar mis propios proyectos de investigación. Empecé a trabajar en agosto de 2019, por lo que llevo un año y pocos meses, y la verdad que estoy aprendiendo muchísimo.
El por qué es un poco más difícil de explicar. Desde que decidí que quería dedicarme a la investigación, estaba decidida a salir algunos años de España para aprender en otros laboratorios de investigación en otros países. Sin embargo, llegado el momento, no ha sido solo el motivo personal, sino que las posibilidades en España para los investigadores son muy escasas, no existen apenas opciones y, las que hay, son temporales y precarias. La ciencia en España no es una prioridad, no está valorada y creo que este año se ha visto más claro que nunca que un país que no invierte en ciencia ni en desarrollo es un país sin futuro. Los investigadores en España están bastante maltratados y, por eso, al final nos sentimos obligados a buscarnos el futuro en otros países. Por suerte, yo estaba dispuesta a hacerlo, pero mucha gente tiene que hacerlo por obligación si quiere seguir en esta carrera, o tiene que continuar en condiciones precarias o finalmente abandonar para buscarse un futuro más estable. Además, el problema no es sólo salir de España para hacer ciencia, lo cual incluso me parece una experiencia enriquecedora, el problema también son las escasas opciones para volver. Espero que esto mejore en los próximos años.
P. ¿Te planteas volver a España para investigar aquí?
R. Sí, me gustaría volver, por supuesto. Pero personalmente no me gusta tener en mi cabeza constantemente un plan definido en mi cabeza, porque las cosas pueden cambiar en cualquier momento. Así que, por ahora, estoy trabajando en mis proyectos aquí y, en los próximos años, ya veremos qué me depara el futuro. Por supuesto, mi objetivo es continuar en la carrera investigadora y poder volver a España cuando pueda para seguir desarrollando mi carrera y aplicando mis conocimientos allí. Pero también soy consciente de que las opciones en España son muy pocas y somos muchos los que queremos volver, por lo tanto tendré que intentarlo y esperar a conseguirlo. Mientras tanto, aprovecho todo el tiempo que estoy aquí, disfrutando la experiencia, aprendiendo y avanzando todo lo que pueda. También me planteo moverme a cualquier otro país de Europa, cuando acabe mis proyectos aquí, y así estar algo más cerquita de España, ya que en Europa puede que tenga más opciones.
P. ¿Qué echas de menos de España?
R. Principalmente a mi familia, sobre todo en estos tiempos de COVID, que no he podido verlos en un año. A mis amigas y amigos, a mi gente. El día a día también es muy diferente, y echo mucho de menos muchos detalles bastante normales y cotidianos, como por ejemplo, una cervecita en una terraza un día cualquiera sin planear o un desayuno improvisado al solecito en el bar de la esquina. No es que aquí no lo pueda tener, pero es muy diferente. Y lo básico que cualquier español echa de menos cuando sale del país: el buen tiempo, la comida, el jamón, la playa… También llevo bastante mal la diferencia horaria, por ejemplo, las llamadas por la tarde o noche cuando salgo del laboratorio, las echo mucho de menos, porque a esa hora todos mis amigos y familiares en España están durmiendo.
P. ¿Qué es lo que más te gusta de tu vida en Estados Unidos?
R. Lo que más me gusta de vivir en Boston son las posibilidades que esta ciudad te brinda. En el ámbito profesional, esta ciudad está llena de universidades, hospitales y empresas farmacéuticas, por lo tanto, me encuentro rodeada de muchísimos profesionales de la ciencia y la medicina, y las posibilidades son infinitas. Por eso, considero que estar trabajando aquí es un privilegio y una gran suerte, porque puedo aprender muchísimo y aplicar nuevas herramientas y conocimientos a mis propias investigaciones, ya que además el ambiente es muy colaborativo. A nivel personal, lo que más me gusta de vivir aquí es la gente que puedes llegar a conocer y los buenos amigos que puedes hacer, además de poder viajar a diferentes partes de Estados Unidos y del resto del continente, que es enorme y tiene muchísimos lugares interesantes que visitar. Además, aquí hay gente de muchas nacionalidades y culturas distintas, por lo que también te permite conocer otras costumbres u otras maneras de hacer las cosas y abrir tu mente. En definitiva, lo que me llevaré de aquí se resume en aprendizaje, enriquecimiento personal y profesional, experiencias y amigos.