Literariamente correctos
- 27 marzo, 2023
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Roald Dahl y la tan polémica decisión de los editores del autor británico de reescribir el contenido de sus libros que consideran ofensivo, ha hecho correr ríos de tinta. No entiendo muy bien qué parte de sus obras requiere el toque edulcorado que algunos ven preciso darle. Yo leí El gran gigante bonachón y no recuerdo ninguna experiencia traumática. Mi hijo está leyendo en el cole Las Brujas, y de momento no le he notado nada raro. Matilda, Charly, los umpa lumpas y todo el universo de la fábrica de chocolate me llegó antes por los ojos que por la letra, es decir, que ví las películas antes de leer los libros. Igual al ser adaptaciones ya les habían hecho un barrido de contenidos sensibles, pero tampoco recuerdo nada que me trastornara.
Además descubrí al leer una entrevista a Javier Castillo, que a la novela de AGATHA CHRISTIE, titulada Diez Negritos ( en inglés Litle Niggers), le han cambiado el título. Ahora también es conocida como Y no quedó ninguno ( en inglés And Then There Were None, en sustitución del original, modificado posteriormente en las ediciones anglosajonas por las connotaciones peyorativas de la palabra nigger en lengua inglesa). Me lo confirma Wikipedia.
Se nos está haciendo la piel muy fina y el cerebro muy chico.
Aún salvando las distancias con los libros del Sr. Dahl, a éste que escribe hoy, en lo que fue su 3º de BUP, le tocó como lectura obligatoria El Quijote. Enterito. Así, como resumen, hay un caballero, Alonso Quijano, y un criado, Sancho. Desigualdad de clases, mal. Un señor que somete a un caballo maltrecho de nombre Rocinante a una larga y complicada peregrinación por tierras manchegas y más allá, mal. Un loco de remate del que muchos se burlan o sacan provecho, mal. Igual alguien debería proponer que se revisaran ciertas partes de la insigne obra cervantina porque determinados pasajes pueden herir muchas sensibilidades, por ejemplo el de la quema de libros de caballería como fuente del mal que aquejó a D. Alonso. Bicho, bicho. Pero sería un sacrilegio tocar una sola letra de la obra de Cervantes. Dudo que a nadie le resulte dañino o enarbole la bandera animalista por Rocinante. Ni la del feminismo por esa obsesión quijotescamente enfermiza por la tal Dulcinea. Nuestros profesores nos guiaron en la lectura y nos hicieron comprender su significado e importancia dentro del contexto histórico en que fue escrito El Quijote. ¡Gracias Virtu!
Hasta se hizo una serie de dibujos adaptada para niños. ¿No se acuerdan de la melodía de la cabecera? “Sancho, Quijote. Quijoteeee, Sancho. Sancho el escudero, bonachón y gordinflón, pisa firme el suelo, que dirige su señor, Quijote es totalmente fantasía, caballero del honooor” . Madre mía, gordinflón. (Manos a la cabeza)
¿De verdad que no han escuchado sus hijos en casa palabros con connotaciones peyorativas referidas a familiares, vecinos, amigos? ¿No se refieren ustedes a sus compis de cole con expresiones como “el que lleva gafas”, “ el regordete”, “el morico” “ese tan bajito”? Siendo suaves. ¿Han leído las aventuras y desventuras de Manolito Gafotas, el chulito de Yihad, Susana bragas sucias y “el imbécil”? Pues no lo hagan si con estos nombres ya se les han puestos los vellos de punta.
¿Y en su casa sus hijos no han visto, con o sin su compañía, películas o series no precisamente aptas para menores? ¿No les han escuchado frases tales como “¿qué somos leones o huevones?, “te voy a dar mandanga”, y otras como concejal, hp. Pescatero, c…?¿A que sí?
Pero somos tan estrechicos de miras que nos atrevemos a señalar que el problema radica bien en los libros de Roald o en las princesas Disney que, a su vez proceden de cuentos que el señor Walt no escribió. Con él los personajes adquirieron otra dimensión y sin duda mayor publicidad. Disney ya suavizó alguna cosilla como el final de La Sirenita para no traumatizar a los niños. Sin embargo, no salvó a la madre de Bambi y eso yo, ni lo perdono ni lo olvido.
Ahora queremos que las princesas sean independientes, nada de ser salvadas, sino en todo caso salvadoras, las verdaderes heroínas. Pero ya entramos en las generalizaciones. No todos los niños quieren ser príncipes ni todas las niñas sueñan con ser princesas. A lo mejor quieren ser el caballero, la bruja, la madastra, la bestia…Lo bonito es que ellos vean y decidan qué quieren ser, con qué se identifican de todo ese amplio mundo de fantasía.
Que vicio este nuestro de andar siempre ejemplarizando cuando a veces únicamente se trata de entretenimiento. Tengo en mente un video-Disney del cuento de Los Tres Cerditos. Nada de princesas, cerditos. Año 1933, creo. El cerdito que construye su casita de paja, es feliz tocando su flautín. El que la construye de madera, es un virtuoso del violín, y el que pone todo su empeño en hacerla de ladrillo “no tiempo tiempo de cantar, de bailar, de jugar, sólo sabe trabajar.” El final ya lo conocen. La única casita que resiste los bufidos del lobo feroz es justamente la del cerdito más esmerado en el trabajo. El que ni baila, ni canta. Sólo los dos cerditos vividores se entregan al noble arte de la música. Y así les va. Porque el esfuerzo tiene recompensa, porque el trabajo bien hecho requiere tiempo etc. pero, si nos hubiésemos tomado al pie de la letra la moralina del cuento, los conservatorios de música y danza estarían vacíos.
Y todo esto que empezó con Roald me lleva a la conclusión, exclusivamente personalísima, de que no hacemos ningún favor a los lectores eliminando los términos originales de algunas obras porque unos u otros los consideren inapropiados. Hay que confiar en que, aunque jóvenes, los lectores de Roald, de Agatha Cristhie o del Quijote mismo, tendrán una mente crítica y sabrán discernir. Niños y jóvenes, pero no tontos.
Señores adultos, esmérense y recuerden que además de serlo políticamente, ahora debemos ser “literariamente” correctos. No vaya a ser que por leer, se nos descarrilen estas nuevas generaciones.