Legado Realista

  • 3 septiembre, 2010
  • Comentarios
Legado Realista

Me piden  que escriba sobre mi experiencia como Mora Realista y, en primera instancia, me parece algo fácil. Creo que las palabras me saldrán solas y será tarea simple unirlas…Pero no, no lo está siendo. Hablar de mi experiencia como Mora Realista es un bombardeo en mi cabeza de recuerdos, sentimientos… y unirlos y saber expresarlos va a resultar una tarea ardua.

A mí lo de Realista me vino de serie. Vine al mundo después de fiestas, pero eso no importó; mi padre tenía claro qué  tenía que hacer: ir al Registro y a la Casa de los Realistas, así me presentó  ante la Ley y ante la Comparsa.

Para mí hablar de Moros Realistas es inevitablemente hablar de él, de mi padre, porque él era el más Realista con diferencia de mi casa y de muchas otras, seguro. Él era festero del 5 al 5. Recuerdo que alguien me contó una vez que un profesor de la Universidad de Alicante decía que la gente de Villena se pasaba 6 meses preparando las fiestas y otros 6 hablando de ellas. Pues en su caso era así y no lo ocultaba.

En los primeros años me vestían de hombre, como a muchas en aquellos momentos, porque ahora las niñas ya tienen su traje femenino, pero no olvidemos que fue una lucha la integración de la mujer en la fiesta. Y corría que me las pelaba por los adoquines de la Calle Nueva cuando veía a los festeros pasar, ante el sufrimiento de mi madre por si me caía.

Siempre acompañaba a mi padre a la “Casa” a prepararla antes de fiestas, sobre todo en su andadura como presidente, y me gustaba investigar por la historia de la misma, por sus rincones, historia y recuerdos. También en cualquier momento del año, cuando allí acontecía cualquier reunión y los mayores Realistas me mimaban y me regalaban mil piropos.

Y hablando de ellos no me puedo olvidar de los abuelos Watussi, o como bien los conocían todos: “El Fita y sus muchachos”. Las reuniones en el campo de Pepe Milán, las partidas a las cartas y el humor que siempre han tenido. Las melopeas en la carroza, y el trabajo de bajarlos de la misma una vez finalizaba el desfile. Recuerdo con emoción las lágrimas de Pepe, al que he nombrado,  el primer desfile que mi padre faltó: lágrimas que me llegaron al fondo del alma.

También vivimos años especiales y señalados, como cuando salimos por primera vez de Moras, mi madre y yo, que fue algo en lo que se empeñó “el Fita” encarecidamente. O  en 1994, cuando me eligieron Regidora Infantil y fui la primera Regidora Realista. El último recuerdo y más señalado fue el 2003, año del 75 aniversario, cuando salí de madrina mayor de la comparsa y mi hermano me acompañó siendo el alférez. Fue un duro trabajo, lo pasamos bien, pero nos marcó para siempre, porque a mi padre, al que más ilusión le hacía y por el que lo hacíamos, nos dejó un 1 de agosto. Pero aún así terminamos nuestra experiencia, porque él nos estaba viendo orgulloso desde cualquier punto del firmamento, y ese era el fin.

Y recuerdo con mucho cariño y risas los desfiles con Ángela, porque nunca pertenecimos a una fila: éramos ella y yo, y nos lo pasábamos bomba. No nos hacía falta nadie más. Pero las responsabilidades y el hacerse mayor nos han impedido disfrutar de un desfile juntas desde hace años. También recuerdo los concursos de ajo a los que nos presentamos y nunca ganamos a pesar de hacerlo muy bien.

He nombrado encarecidamente a mi padre, lo sé, pero para mí el sentimiento Realista era él. Hablar de Realistas es hablar de él y lo que tengo ahora es el legado que él me dejó.

Ahora la historia continúa: mi madre es la Vicepresidenta de la comparsa y se implica tanto o más que él lo hacía, lo que me llena de orgullo.

Solo me queda desear a mis Realistas unas buenas fiestas y darles las gracias por el cariño y el respeto que siempre me aportaron.

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *