Las razones del corazón

  • 28 julio, 2014
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Abusando de la confianza de Pedro Villar, voy a tomarle prestado uno de sus momentos recientes. El mismo, corresponde a la pasada Feria del Libro de Madrid, acontecimiento literario en el que estuvo presente Pedro como actor protagonista, firmando ejemplares de su Miguel Hernández en 48 estampas, obra de la que dimos cuenta en esta misma columna tiempo atrás.

 Según relataba más tarde recordándolo, cuando la feria estaba en plena ebullición, se le acercó un anciano al que no conocía de nada y, tras mostrarle su agradecimiento por el libro, le dijo que lo había comprado para su pequeña nieta, que aún no sabía leer, pero que quería que fuera su primera lectura cuando tuviera edad y capacidad para ello. Escuchando la entrañable anécdota en labios de Pedro Villar, no pude evitar que se me pusiera la carne de gallina.

 En ocasiones, se habla de la vanidad del escritor, de su necesidad de ver publicada la obra y de que las críticas que lleven consigo sean de su agrado. Pero la realidad es que, para aquellos que se sumergen en el difícil y, a un tiempo, estimulante mundo de la escritura, no hay mayor premio que la opinión modesta, pero sincera y visceral de un lector.

 Importa más lo que proviene del corazón, resulta más auténtico que cuando la opinión llega desde la razón. Puestos a elegir, el escritor se siente más pagado con las palabras del lector neófito que con las del crítico más prestigioso.

 Recuerdo, cuando se estrenó en cines el musical Los Miserables, una opinión en internet que me llamó poderosamente la atención. El usuario que expresaba su parecer, contaba que había llevado a su madre de ochenta y cuatro años al cine; y que lo había hecho con ciertas reticencias, ya que la mujer leía despacio –se trata de una película subtitulada- y no tenía ni idea de inglés, pero aun así, confiaba en que la fuerza visual del séptimo arte supiera narrarle la historia. Al encenderse las luces y con lágrimas en los ojos, la anciana le dio las gracias a su hijo por las tres horas que le había hecho pasar.

 Este, añadía en su comentario lo siguiente: Y ahora llegarán los críticos y se pondrán a hablar de los movimientos de cámara, del exceso de primeros planos, de las técnicas vocales o de las pocas coreografías; pero nunca podrán empañarme las sensaciones que me despertó (la película) ni el espléndido sabor de boca de ver a mi madre disfrutar así.

 Y es que, parafraseando al escritor francés Anatole France, las verdades que revela la inteligencia permanecen estériles y solo el corazón es capaz de fecundarlas.

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  • Abundando en este artículo ,como mayor, maestro y coordinador de un Grupo de animación a la lectura tengo que reconocer que junto con el escritor,porofesoras de C° Nazaret de Alicante con ocho adolescentes vivimos la mejor escena vivida en 32 años. Todos vibramos con la pasión y arte.Se hizo aún más grande a Miguel Hernández a través de ese libro.

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