Las Prisas
- 21 diciembre, 2021
- Comentarios
Guardo un grato recuerdo de infancia ─creo que alguna vez lo he referido en este espacio─ de aquellas tardes de verano achicharrantes donde el olor al cement ─ese adhesivo tan usado en la industria del calzado─ escapaba a través de las ventanas de las diferentes fábricas esparcidas por todo el núcleo urbano de Villena.
Y junto a ese aroma inconfundible, escapaban también las notas de ese pasodoble o aquella marcha mora que, o bien a causa de una dedicatoria, o bien en el programa que a tal efecto organizaba Radio Villena ─única emisora con licencia en nuestra ciudad por aquellos tiempos─ generaban una atmósfera de fiestas semanas antes de que septiembre se dejara caer del calendario.
La consecuencia de que la música festera se anticipara tanto era que, llegados los días grandes, uno ya estaba saciado de Amparitos Rocas, Chimos o Panchanas. De este modo ─hablo, al menos, en mi caso─, no vivía con la misma intensidad la llegada de tal o cual comparsa al ritmo de su pieza enseña.
Otro tanto me viene pasando con los dulces navideños. No ha hecho más que acabarse el verano y ya empezamos a verlos en los supermercados. A diferencia de lo que ocurría antes con la música festera, caer en la tentación de hacerse con una pastilla de turrón o de saborear un buen mazapán es voluntario, pero aún así, se cae. Y cuando eso pasa, llegadas las navidades, como que ya no apetecen tanto.
Lo que no es voluntario, como tampoco lo era la música festera sonando a lo largo y ancho de la ciudad, es ese anticipo del encendido de la iluminación navideña. Hasta ahora, Villena se había mantenido al margen de esta moda tan arraigada en otros países y en otras ciudades de España, pero este año no, este año se ha tomado la decisión de llenar de luces las principales calles cuando todavía estamos en noviembre y el espíritu navideño ni siquiera asoma a lo lejos.
No me gusta, lo admito. Como no me gusta ver a gente vestida con el traje de su comparsa fuera de los días de fiestas, aunque la excusa sea el ecuador. Supongo que soy un poco maniático, qué le voy a hacer. Pero es que, como decía Gregorio Marañón, “la rapidez, que es una virtud, engendra un vicio que es la prisa”. O como afirmaba él mismo, “curaremos enfermedades, pero nos matarán las prisas”.