Las personas refugiadas: las grandes olvidadas de las agendas políticas

  • 25 enero, 2016
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Las personas refugiadas: las grandes olvidadas de las agendas políticas

Las personas refugiadas no son inmigrantes al uso. Detrás de las motivaciones de las personas inmigrantes, casi siempre existe una motivación económica, un deseo de salir de sociedades inmersas en la precariedad. Sin embargo, las personas refugiadas, suman a estas situaciones económicas complicadas, el drama de tener que huir de su lugar de origen, no por mejorar, sino por sobrevivir. Por salir de situaciones marcadas por la tortura, la persecución, el radicalismo, el fundamentalismo religioso. No es cualquier salida. Es un exilio forzoso, en busca, no sólo de una mejor vida, sino de vida en sí. Es por todo ello que, desde hace décadas, la ONU y la UE en nuestro caso, ofrece un tratamiento de asilados a estas personas. Una serie de apoyos económicos, jurídicos y sociales, dada la falta de mínimos vitales, y sobre todo, la no posibilidad de retorno de esas familias a sus países de origen durante muchos años.

Este es el drama humanitario que vive la población civil de Siria, inmersos en el centro de una batalla entre el sector rebelde, el estado islámico y el propio estado sirio. Sumamos a ello las contradicciones de la coalición internacional, que en aras del rescate de la población civil, también han generado miles de víctimas de esos mismos bombardeos salvadores. Sin duda todo muy complejo.

Más de cuatro años de guerra. En torno a 5 millones de personas que han tenido que huir del país y abandonar sus casas para intentar buscar seguridad en otros países.  Una situación de emergencia que generó hace meses una ola (y una moda como siempre) inicial de solidaridad desde muchos países europeos. Pero la falta de una política de migraciones y de asilo fuerte en Europa, unido a la agitación racista y xenófoba por parte de muchos sectores conservadores, unido al fanatismo yihaidista que ha azotado París y otras zonas del mapa, ha hecho que la solidaridad inicial se torne hostilidad, desconfianza, prejuicio….y sobre todo olvido.  

Esas personas refugiadas, que en los primeros meses de la crisis eran recibidas entre aplausos en algunas estaciones de tren de Alemania, hoy, en pleno invierno, están atrapadas entre la mezquindad política, la insensibilidad, el cierre de fronteras y los cambios legislativos más prohibitivos. Una torpeza política de la UE y de los gobiernos nacionales, también el español, que por falta de celeridad y reflejos, estamos condenando a la invisibilidad y al sufrimiento a millones de personas. Esta vieja europa, que reivindica con orgullo los valores de la cristiandad y del humanismo renacentista, y que hoy se encuentra sumida en oleadas neoconservadoras, en la elevación de las fronteras a las personas diferentes, y comprometidos con el desarrollo vergonzante de acuerdos transoceánicos como son las TTIP.     

Es preciso hacer despertar a Europa. Es preciso dejar huecos en ese tiempo tan libre del que disponen nuestros políticos (así lo manifestaba Rajoy a un programa de radio), y volver a poner en el centro de nuestras agendas la acogida inmediata a esos millones de personas refugiadas atrapadas entre la sinrazón.  Hace meses, algunas comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos como el nuestro, ofrecimos nuestra solidaridad mediante acuerdos, mociones (redes de ciudades acogida) y apoyos económicos y habitacionales. No es de recibo que la población civil, las ONGs y muchas administraciones hayamos abierto los brazos al apoyo de algunas de estas familias, y la pasividad de la UE (también del gobierno español) estén condenando a estos seres humanos a deambular miles de kilómetros entre el rechazo, el hambre, el frío y la ausencia de un techo estable. Personas condenadas a la invisibilidad y el olvido. Hoy, entre tanta incertidumbre y conflicto político, ni siquiera ocupan alguna pequeña noticia en alguno de nuestros medios.

Sirvan estas palabras para rescatarlos de ese olvido, remover algo de nuestra empatía y colocarlos de nuevo en nuestras agendas.  

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