Gracias mil

  • 21 enero, 2015
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El refranero español, una de las fuentes más sabias que conozco, dice que es de bien nacidos ser agradecidos. Y como no me gustaría faltar a esa gran verdad, quiero aprovechar estas líneas para mostrar mi eterna gratitud a todas esas empresas que, como si de una organización benéfica se tratasen, acuden prestas a avisarnos del robo al que nos somete su homóloga con quien tenemos contratado idéntico servicio.

 

Se trata de colectivos sensibilizados con la idiotez del ciudadano; pobrecitos de nosotros que, ignorantes de la vida, no somos conscientes del atropello del que somos víctimas, ni tampoco de los privilegios que nos estamos perdiendo manteniendo dicho contrato. Así que, envían a sus comerciales para que vayan, puerta por puerta para, no solo ponernos sobre aviso, si no también ofrecernos el contrato de nuestra vida.

 

No hay mayor placer que, tras una larga jornada de trabajo, recibir la visita del simpático comercial -sonrisa y credencial a mano- para ilustrarnos, abrirnos los ojos, mostrarnos el camino hacia la luz; una luz pura y beatificadora que nos protegerá de cualquier potencial amenaza que pueda cernirse sobre nosotros en el futuro.

 

No suelen ser oportunos en cuanto al momento, hay que admitirlo, pero la misión que les ha sido encomendada,  los beneficios que nos reportará su desinteresado gesto, compensa el hecho de que se nos pueda quemar la comida o abrirse la cabeza el niño mientras juega en el baño. Podemos y debemos perdonarles, si se da alguna de estas funestas circunstancias  su obstinación y perseverancia; al fin y al cabo, lo hacen por nosotros.

 

Movidas por un propósito nada egoísta, compañías de electricidad,  o del gas, o de cualquier otro tipo de suministro o servicio, nos envían a sus comerciales con las consignas claras y la noble premisa, cual caballeros andantes del siglo XXI, de luchar contra la injusticia. Héroes de nuestro tiempo tocados por una mano celestial, a ellos, y sus caritativas empresas debemos nuestra felicidad y la de nuestro bolsillo. Por todo ello, gracias infinitas.

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