En estos días inciertos en que vivir es un arte

  • 29 septiembre, 2020
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En estos días inciertos en que vivir es un arte

o lo digo yo, lo dicen los Celtas Cortos, pero me viene al pelo. Vivir es un arte cada vez más complejo porque los días son cada vez más inciertos. La conocida frase que sentencia que hay que disfrutar la vida porque nunca se sabe, o aquello de que un minuto te cambia la vida, o aquella otra de que no se pueden hacer planes o el refrán de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, estarán sin duda en lo más alto del ranking de frases conocidas.
Y a la incertidumbre de vivir cada día, le sumamos el miedo a enfermar, posibilidad que siempre existe y ha existido y motivo por el que cada uno le reza al santo que más le gusta. ¿Cuántos de nosotros no tenemos un amigo al que el cáncer le ha jugado una mala pasada jodiéndole literalmente la vida, la propia y la de sus amigos y familiares? ¿Quién no conoce a alguien a quien la muerte se le cruzó en la carretera? Muertes accidentales, imposibles de prever.
¿Y por qué el miedo al coronavirus es diferente? Ya hemos visto que tiene efectos devastadores, que es capaz de matar, como el cáncer. Que además de las secuelas del virus, el problema estuvo en la velocidad de contagio y en el colapso del sistema sanitario. Pero parece que ahora estamos más preparados, más concienciados, que no volveremos a ver desfilar ataúdes sin rumbo fijo.
La diferencia está en que lo más peligroso pueden no ser las afecciones sanitarias, con un poco de suerte. Pero puede que se vea afectado nuestro trabajo, nuestra economía doméstica y el sistema económico mundial.
El miedo al contagio conlleva el miedo a cerrar un negocio, perder un puesto de trabajo, teletrabajar sin poder conciliar vida familiar y laboral, miedo a que las cosas, no las propias, sino las que nos afectan como población, como colectivo, como humanidad…no vuelvan a ser nunca como antes.
Nos hemos encerrado en casa y hemos vivido sólo para el virus. Nos hemos metido hacia dentro, cada uno en su casa con sus problemas, con sus incertidumbres, sin compartir con nadie, salvo con la familia, los problemas. Las consultas de psicólogos y psiquiatras atestadas y sin embargo en los centros de salud no nos pueden atender sin una previa llamada telefónica que alerte al doctor de si considera o no necesario examinar al paciente o vale con extender una receta que podrá retirar en su farmacia de costumbre simplemente con la exhibición de su tarjeta sanitaria. Increíble que cuando más se precisa de la medicina, la medicina parezca inalcanzable.
Y cada día nos repiten que tenemos que ser buenos y obedientes: mascarilla, distancia social e higiene. Y fuera los grupos y reuniones de más de diez personas. Pida que le desinfecten la mesa en el restaurante, en la cafetería, mejor si no los frecuenta. No se pare en los pasillos del super a saludar a los vecinos, camine hacia adelante y si puede pasar sin entretenerse con alguien en la calle, mejor. Tenemos que ser buenos o el bicho nos come.
Negacionistas, anti mascarillas, teóricos de las conspiraciones, políticos que no tienen muy claro hacia dónde caminan, como pollos sin cabeza.
Y vivimos con miedo, pero tenemos que vivir. Yo nunca tuve la esperanza de vivir cien años. Los centenarios están hechos de otra pasta a la mía.
Pero ya sabes, muchacho

Si lo que quieres es vivir cien años
No pruebes los licores del placer
Si eres alérgico a los desengaños
Olvídate de esa mujer
Compra una máscara antigás,
Manténte dentro de la ley
Si lo que quieres es vivir cien años
Haz músculos de cinco a seis
/…/
Si lo que quieres es vivir cien años
Vacúnate contra el azar
/…/
Si tu película es vivir cien años,
No lo hagas nunca sin condón
Es peligroso que tu piel desnuda
Roce otra piel sin esterilizar

Y si te da por tener demasiadas esperanzas, demasiados proyectos, demasiada ilusión en estos días inciertos…”En la farmacia, puedes preguntar, ¿tienen pastillas para no soñar?”

Y no lo digo yo, lo dice Sabina

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