“El Rabal me descubrió otra Villena”

  • 7 marzo, 2025
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“El Rabal me descubrió otra Villena”

Eleuterio Gandía, conocido como Lute, es una de esas figuras que han dejado huella en la vida cultural de Villena. Poeta y colaborador incansable en las Fiestas del Medievo, ha sido durante años una presencia habitual en los recitales que llenan de literatura las calles del Rabal. Su vínculo con este barrio nació casi por casualidad en su juventud, pero con el tiempo se convirtió en una relación inseparable. Ahora, con la responsabilidad de ser el pregonero de las fiestas, enfrenta el reto con la emoción de quien se reconoce parte de la historia del Medievo.

P: ¿Cómo te llegó la noticia de ser el pregonero de las Fiestas del Medievo?
R: Fue muy curioso, porque yo nunca me lo imaginé. Como sabes, llevo años participando en las fiestas con recitales de poesía. Al principio, en 2005, iba acompañado de Jordi, porque sin él aquello habría sido un desastre. Con el tiempo surgió Los Juglares del Lute, se unió más gente y Jordi se dedicó más al teatro.
Un día, me llamaron el expresidente y la presidenta de la asociación. Me dijeron: “Lute, queremos hablar contigo”. Ya me habían comentado que había un cambio de presidente y pensé que querían decirme algo sobre el último recital que dimos en los Maseros. Quizás querrían cambiarlo de sitio o ajustar algún detalle.
Estaba en el campo cuando me llamaron. Vinieron hasta allí y estuvimos charlando sobre las cosas del Medievo. Al final, me dijeron: “Realmente hemos venido para decirte que queremos que seas el pregonero de este año”. Me quedé completamente sorprendido. No sabía qué responder. Lo primero que pensé fue: “¡Esto no me lo esperaba para nada!”. Pero enseguida dije que sí, porque para mí era un honor.

P. ¿Y cómo será ese pregón? ¿En verso o en prosa

R. Me pidieron un pregón poético, pero tampoco querían que fuese un poema cerrado. Lo bueno es que, un mes antes de que me lo propusieran, había dado mi paseo nocturno por el Rabal.
En una ocasión, Alfredo Rojas me enseñó que pasear por la noche por el Rabal era una experiencia única. Y decidí hacerlo. Fui sin prisa, dejándome llevar por las luces, los sonidos, los olores. Fue un paseo tan especial que, al llegar a casa, me salió un texto casi de golpe. Era un poema que hablaba del barrio, de su gente, de las escenas que uno puede encontrarse al recorrer esas calles de noche.
Cuando me propusieron el pregón, supe que tenía que a partir de ese texto. Así que el pregón está escrito en prosa, pero el final es en verso.

P. No naciste en el Rabal. ¿Cómo empezó tu vínculo con el barrio?

R. No, nací en otro barrio. Mi barrio estaba en la zona de Salesianos, dos calles más abajo. Y la verdad es que, cuando eres niño, tu mundo es el que ves todos los días. Para mí, la ciudad era mi barrio, no imaginaba que había mucho más.
A los 14 años, mi padre me puso a trabajar en un timbrado, y allí coincidí con Pedro Marco. Él estaba obsesionado con los dibujantes que trabajaban en la parte de arriba del taller. Quería estar con ellos, aprender a dibujar, pero su puesto estaba en la parte de abajo, componiendo letras. Así, que le dijeron que si me enseñaba en mi trabajo, subiría con los dibujantes. Y, así lo hizo, A pesar de estar en distintos departamentos, Pedro y yo mantuvimos una excelente amistad.
Un día, pintó su primer cuadro del Infierno y me lo enseñó en su casa de la calle Baja, en pleno Rabal. Fui a verlo y, de repente, descubrí que Villena no era solo mi barrio. Vi calles diferentes, rincones que no conocía, espacios llenos de historia.

P. ¿Y cuándo llegó el enamoramiento definitivo con el barrio?

R. Pasaron algunos años hasta que el flechazo fue total.
Ocurrió con Alfredo Rojas. Estábamos en un certamen literario, un concurso de relatos que se hacía entonces. Al terminar, me dijo: “Te voy a enseñar lo más bonito de Villena”. Eran las doce de la noche y me llevó a pasear por el Rabal.
Aquello fue un descubrimiento absoluto. Las luces, las sombras, el silencio, las historias que parecían esconderse en cada callejuela. Fue un momento muy especial. Desde entonces, cada vez que puedo, vuelvo a caminar por allí.

P. Sigues vinculado al barrio y a las fiestas del Medievo. ¿Cómo ha evolucionado tu relación con él?

R. Nunca dejó de colaborar con el Medievo. Y la relación con el barrio se ha ido profundizando con los años.
Además, el pregón es también un homenaje a los amigos que ya no están. Cuando lo terminé, se lo mandé a un amigo en Alicante para que me diera su opinión. Es un hombre muy exigente, y cuando lo leyó, me contestó diciendo que le había emocionado mucho. Incluso me dijo que pasaran 500 años y no habría otro pregón como este. Y eso me dejó sin palabras.

P. Para los que visitan las fiestas del Medievo, ¿qué rincón del Rabal no deberían perderse?

R. Hay muchos, pero si tuvieras que elegir uno, diría la calle El Palomar, cuando empiezas a subir hacia la Tercia. Para mí, es la esencia del barrio.
Pero el Rabal hay que recorrerlo entero, sin prisa. No se puede ver solo como un decorado de la fiesta. Hay que entrar en sus calles, perderse un poco, hablar con su gente.
También descubrí la Rambla cuando fui presidente de los Maseros. No la había paseado tanto antes, pero tiene una magia especial.

P. ¿Y qué destacarías de la gente del Rabal?

R. Son extraordinarios. La hospitalidad de la gente del Rabal y de la ermita de San José es única. En las fiestas, lo hacen todos ellos. Son los que levantan el Medievo. Su dedicación es admirable.
Siempre se habla de que el Rabal fue el lugar donde convivieron tres culturas, y yo creo que eso ha dejado huella. Hay una manera de ser, de recibir a la gente, que es muy especial.

P. Muchos pregoneros terminan diciendo que, después del pregón, ya son un rabalero más.

R. Yo ya me consideraba rabalero antes, pero ahora más que nunca.
Este pregón es un regalo, pero también es una gran responsabilidad. Quiero estar a la altura del barrio, de su historia y de su gente.

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