El puente de la solidaridad

  • 28 noviembre, 2024
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El puente de la solidaridad

Pensaba comenzar esta vez poniendo en evidencia el triste y predecible comportamiento de nuestros políticos ante situaciones como la de los pueblos afectados por la DANA, esa hoja de ruta consistente en ensalzar los “méritos” propios al tiempo que se critican las actuaciones de los de la acera de enfrente, su talento para espolsar responsabilidades, la inconcebible posibilidad de que se depuren responsabilidades y rueden cabezas, pero habría sido darles más importancia de la que merecen.

Me centraré, en cambio, en lo que sí importa, en esos pequeños milagros que han permitido rescatar a personas cuando todas las circunstancias estaban en su contra, en la resiliencia ante el caos, la catástrofe y la adversidad. Pero, muy especialmente, en la solidaridad incondicional de tanta gente, la misma que nos permite creer que, a pesar de todo, la humanidad todavía puede que tenga solución.  

Sobre todo emociona y reconforta la imagen de tantos y tantos jóvenes —y no tan jóvenes, que todo hay que decirlo—, cruzando el bautizado con gran acierto como el “Puente de la Solidaridad”. Gente que sacrifica su tiempo de ocio para arremangarse y llenarse de barro, para ayudar a todas esas personas desconocidas —lo que no significa necesariamente ajenas— que han visto cómo sus vidas se ponían patas arriba a causa de la fuerza de la naturaleza y por culpa de la negligencia de algunos.

El proceso puede ser muy sencillo cuando se tiene voluntad. Hay gente que necesita ayuda, así que se coge una pala, una bolsa con comida y se toma el camino en dirección a las zonas afectadas. Nada de burocracia que lo enreda todo, nada de esperar a que unos u otros tomen decisiones o se deban a unos protocolos a todas luces ineficaces, nada de preguntarse a quién corresponden las competencias antes de mover un solo dedo.

Son momentos de dolor, de luto, de llorar a los seres queridos que han pasado a engrosar una larga lista de fallecidos. Por desgracia para sus familiares, lo único que les queda es honrar su memoria y su recuerdo al tiempo que intentan regresar a una normalidad que ya nunca será la misma. Pero dentro de ese dolor, dentro del desastre y la ruina, emerge con fuerza esa solidaridad a que hacía referencia.

Quedará para siempre la huella imborrable de la tragedia, pero no debemos olvidar que, en situaciones como esta, el ser humano saca lo mejor de sí mismo —aunque desafortunadamente haya siempre cuatro desalmados que quieran aprovecharse de la vulnerabilidad de las víctimas—y esa es una huella que también debemos procurar que permanezca presente en la memoria colectiva. 

Ahora solo falta que, quienes tienen la potestad para hacerlo, tomen las medidas adecuadas para que algo así no vuelva a pasar. Decía Peter Drucker que “la mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. Para ello, solo nos sirve, como bien asegura el refranero, prevenir para luego no lamentar.

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