El pasado que se nos roba
- 19 octubre, 2023
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Agradeceremos, imagino, cómo quedará la Constitución el día que terminen las obras. Olvidaremos incluso, transcurrido el tiempo, lo que hubo y lo que ya no está. Asumiremos que en nombre del progreso y de la comodidad ciudadana, todo pasa y todo llega, como dejó dicho Jorge Manrique en las coplas elegíacas dedicadas a su padre. Pero, por el camino, habremos perdido parte de lo que fuimos o de lo que recordamos.
En estos últimos días, el proyecto de remodelación de la popularmente conocida calle Ancha se ha llevado por delante el “Quiosco Chino” o el “Quiosco de Manolo y Cati” como lo conocíamos, como antes hizo con el de los “Inválidos” situado a apenas unos metros de distancia. Era lógico. Tanto el uno como el otro permanecían cerrados desde hacía mucho y no tenía ya sentido su presencia. Pero no podemos evitar que un poquito de nosotros se vaya con ellos.
Como se va un poquito de nosotros cada vez que uno de esos comercios tradicionales cierra sus puertas para no volver a abrirlas. La lista resulta larga, pero especialmente dolorosa. En algunos casos, estos establecimientos son sustituidos por otros sin que casi hayamos tenido tiempo de despedirnos, de experimentar nuestro particular duelo. En otros, la persistencia del nombre, obstinada, machacona, se seguirá repitiendo porque el lugar en cuestión lo hemos conocido de ese modo y no de otro.
De todos los quioscos que hubo, al menos de los que yo recuerdo, solo nos queda el de la Paloma, en plena calle Corredera, pero su actividad comercial, esto es, la venta de churros (por cierto, muy conocidos en toda la comarca), hace tiempo que dejó de serlo y hoy se conserva como dependencia municipal. Para la memoria quedan ya, aparte de los mencionados más arriba, otros como el de la plaza de toros, el del parque de los Pajaritos, el que había junto al arco de entrada a la Plaza Mayor o el del “Buen gusto” junto al Paseo, solo por nombrar aquellos que mi mente recupera de su cajón de recuerdos infantiles. Sí, a cada día, con cada cambio, se nos roba un fragmento de nuestro pasado y, por eso, hoy me siento del mismo modo que cuando arranqué mi colaboración con Portada.info hace diecisiete años, entonces a propósito de la demolición de la Casa de las Fuentes. Porque como entonces, me queda la sensación de que me han arrebatado un trozo de mi infancia, de que se me han ido infinidad de recuerdos que la memoria traicionará para hacerlos tal vez diferentes, ficticios.