El juicio

Más de un año esperando para escucharlo de tu boca, para escuchar que la mataste, y ni siquiera ahora has tenido la suficiente dignidad ni valentía para reconocerlo. Hemos tenido que escuchar otra mentira, y otra, y otra. Y soportar tus miradas desafiantes mientras otros desmontaban con firmes argumentos cada falsedad, cada nueva invención. Asesinada. Y en tu defensa lo único que has hecho ha sido intentar cubrir de mierda su memoria. Maldito cobarde.
Te escuchamos decir “siento lo que ha pasado ” sin atisbar un ápice de dolor o arrepentimiento en tus palabras. No es ” lo que ha pasado”, como si hablaras de alguna desgracia inevitable. Nunca será “lo que ha pasado” sino lo que hiciste, asesino. Golpearla hasta darle muerte y abandonarla.
No hay prisión que compense la pérdida, pero mentiría si dijera que no sentí alegría al saberte condenado a la pena máxima. Nada te vincula ya con quien nunca se sintió hijo tuyo, nada. Volará sin tí. No hay espacio en su vida para el asesino de su madre, porque eso es lo único que eres para él, el asesino de la persona a la que más quiso en esta vida.
Revivimos nuestro dolor en una pequeña sala de un Tribunal. Y no lejos de nosotros, otra familia soportaba el suyo por la ausencia de la madre asesinada por un marido posesivo que la degolló.
No son sólo noticia de un día, no son sólo números y estadísticas. Son mujeres que mueren a manos de indeseables como tú, mujeres con nombre y apellidos, con hijos, con hermanas y padres. Son mujeres asesinadas.
No es la sociedad la que está podrida. Los podridos sois vosotros, los que son como tú. Los que no admiten un no por respuesta. los que piensan que las vidas de las personas que los amaron una vez, les pertenecen.
Ahí quedas. No voy a perder ni un minuto más en odiarte. Tú no estás muerto, como Mónica, pero para mí, dejas de importar. Tenemos una vida que reconstruir sin ella, y a eso van dedicadas todas mis fuerzas.