Educación sexual, necesaria para una sociedad sana
- 29 diciembre, 2020
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Elena Benítez. Edil de Educación
Sabías que un porcentaje muy alto de jóvenes, y no tan jóvenes, acuden a la pornografía para aprender sobre la sexualidad? Esto es como si un cirujano conociese el cuerpo humano y aprendiese a operar viendo tutoriales, donde gran parte de los pacientes sufren violencia. ¿Podemos imaginar el resultado nefasto de ese aprendizaje? Pues con la educación sexual pasa lo mismo. La carencia de conocimientos sobre la materia tiene como consecuencia el analfabetismo sexual de nuestra sociedad, es decir, una sociedad que desconoce parte de su naturaleza y por tanto es imposible que progrese de forma sana.
La educación sexual integral, que a menudo es confundida y/o relacionada únicamente como la enseñanza del propio acto sexual o la reproducción biológica, está definida por la OMS como un proceso que cuenta con un plan de estudios para dar a conocer los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad. Si nos paramos a reflexionar sobre esta definición, podremos darnos cuenta de la amplitud y complejidad que abarca este concepto y por tanto de la necesidad de formar, desde que nacemos, hasta que morimos sobre esto.
Muchos estudios nos alertan de que en la actualidad los niños y niñas comienzan a tener contacto con la pornografía a partir de los 8 años, haciéndose asiduo ese contacto a los 14. Con el auge de las nuevas tecnologías, muchas veces sin ningún tipo de control o filtro, a través de sus teléfonos móviles tienen acceso a contenidos evidentemente inadecuados para su edad, machistas, vejatorios, faltos de realidad y a menudo violentos.
Todo lo que hacemos y vemos nos moldea, este consumo de pornografía puede producir frustración al no cumplir con las falsas expectativas generadas por esta, comportamientos violentos y vejatorios hacia uno mismo u otras personas, falta de crítica, disfunciones, relaciones afectivo sexuales insanas y un largo etcétera. Debemos considerar que existe un problema gravísimo, generado por el avance a pasos agigantados de una sociedad que no ha permitido, por tabúes, pensamiento conservador, creencias religiosas o por considerarlo como algo secundario, que lleguemos a esta situación de intolerancia e incultura.
Si incluimos en el currículum educativo la formación afectivo-sexual, siendo un derecho humano fundamental, al igual que está incluido el desarrollo artístico, lingüístico o lógico matemático, necesarios para un correcto desarrollo cognitivo, físico, social y afectivo. Estaremos permitiendo que niños, jóvenes, adultos y ancianos tengamos herramientas, opciones y mejores formas de afrontar la realidad.
Incluir esta formación en las aulas desde la infancia hasta la pubertad, ofertar formación sobre la materia a personas adultas, incluso a personas mayores. Permitirá, un mejor autoconocimiento y aceptación, mayor tolerancia y respecto y mejores formas de relacionarse para con los demás. Se podrán eliminar creencias erróneas y mitos culturales heredados. Habrá menor influencia y/o presión social para comenzar las relaciones sexuales y por supuesto una mayor responsabilidad a la hora de utilizar métodos de prevención, es decir, evitar las ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual) o embarazos no deseados. Podremos prevenir los posibles complejos o disfunciones provocados por la represión, el falocentrismo, el coitocentrismo o el desconocimiento de nuestro propio cuerpo. Y por supuesto podremos evitar la violencia de género y el machismo, generando relaciones sanas y basadas en el respeto.
La educación es indispensable y la transmisión de saberes necesaria. “El conocimiento es poder”, como la frase atribuida a sir Francis Bacon, pensador y filósofo inglés nos indica, la educación o la acumulación de saberes, permite al ser humano la posibilidad de crecer, respetar, progresar o incluso de cambiar. Hagamos del mundo un lugar mejor y de la sociedad una comunidad sana.