Diario de una madrina. Sumando y restando
- 6 agosto, 2018
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Las presentaciones se suman y los días restan. Restan para que llegue lo mejor y al mismo tiempo, nos acercamos inexorablemente al final. En esta operación aritmética las emociones afloran mucho más intensas, a flor de piel. Cualquier palabra, cualquier acto, cualquier encuentro adquiere una fuerte magnitud. Y en esta hipersensibilidad en la que nos hemos instalado recalamos cada sábado por la noche en una presentación diferente, en un decorado distinto, pero con un elemento en común: las emociones que los cargos festeros viven encima del escenario.
Cómo escapar a ese escalofrío que recorre la columna vertebral cuando un moro viejo, de los veteranos, de los de solera, se abraza a sus nietos con la alegría der recoger la Pluma de Plata y con la seguridad de que los tuyos, los de tu sangre llevan con orgullo y representan el azul y el rojo, que identifica a la que siempre ha sido la comparsa de la familia. Veo la fotografía de Fernando abrazado a su abuelo, a penas se les ve las caras. No hace falta, transmite la gran carga emocional que es capaz de hacer aflorar nuestras fiestas.
Minutos antes de ese abrazo, Andrea nos contó como se viven las fiestas en familia, porque en Villena, los Moros y Cristianos que tienen ese componente indispensable de diversión, de amigos, también poseen una dosis ineludible de tradición, de pertenencia a una comparsa porque es en la que naciste, a la que pertenecen todos los tuyo. Y Andrea lo relató con su eterna sonrisa y con un guiño a su capitán y alférez, Fernando y Rubén, su hermano, su primo, sus cómplices.
Y si Andrea nos hizo vibrar con su espontaneidad y sus palabras dedicadas a la saga de los Navarro; semanas antes, María Gómez Rojas, nos embelesó con un discurso algo más protocolario en el que se pudo ver las formas de una mujer que proviene de una gran estirpe festera. Nombrar el currículo familiar de María es hablar en letras mayúsculas de las fiestas de Villena. Una madre, presidenta de la comparsa de Maseros; un padre presidente de la Junta Central de Fiestas y un abuelo, Hijo Predilecto de Villena pueden llegar a pesar mucho. Sin embargo, María los utiliza para cobijarse a su sombra y volar alto, pisando fuerte. Junto a ella, su padre mirándola con orgullo y Pedro con el que comparto el que un día sacamos al loco que los dos llevamos dentro y nos da pena volverlo a encerrar en un baúl.
La de Raquel (Marruecos) y la de Natalia (Nazaríes) coincidieron. Y no me quedo más remedio que encaminarme a la del Patio del Festero. Alguna vez os he hablado de Natalia y sabéis que cuando ella llega, la diversión se multiplica. Vive en Norwich (Reino Unido) y los Nazaries le ofrecieron una presentación de altura con su particular aerolínea y muy británica. Esto si que es trabajar por la fiestas de Interés Turístico Internacional, con discursos de las madrinas en los que se coló el idioma de los del té de las cinco. «Well done, well done, well done for the Nazaries», la declaración no se si nos la darán un día de estos, pero los Nazaries demostraron que sus cargos festeros son muy internacionales.
Raquel, que bebe los vientos por sus Marruecos, tuvo que soportar que en su presentación se colaran los San Fermines. Normal que el corredor recalara en Villena pasó de la fiestas más multitudinarias de España a las más grandes de los Moros y Cristianos, las de Villena. Raquel estaba empeñada en que todo saliese bien y lo consiguió. Milímetrica, perfeccionista es capaz de anticiparse meses para conseguir que en su fecha todo este a punto. Todo ello sin perder la ilusión de representar a su comparsa y de vivir con intensidad un año cargado de actos. El capitán y el alférez de los Marruecos llegaron a esta aventura de la mano del azar, pero eso no les ha hecho disfrutar menos de la misma.
Y entre col y col lechuga, también viví en primera persona la de los Cristianos. Desde aquí solo decir que fue estupendo y dar la gracias a todo los que la hicieron posible y a las decenas de personas que compartieron conmigo los sentimientos que puse negro sobre blanco.
Fotos de Antonio Gómez