De nazis y otras malas hierbas
- 8 enero, 2022
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Suelo acudir a la piscina de APADIS con mi mami para disfrutar de sus instalaciones y el otro día me llamó la atención las dos pintadas que había en las paredes exteriores donde alguien vinculó el símbolo nazi con el pasaporte Covid.
Lo primero que pensé es que esa persona no pudo entrar a la piscina por no estar vacunada y expuso su malestar ensuciando algo que no es suyo. Creo que debería haber sido algo más paciente, haber esperado a que se le hubiera disminuido el nivel de enfado o, en caso contrario, haber elegido otra manera de manifestarlo, básicamente porque quienes están gestionando el buen funcionamiento de la piscina cumplen con lo que obliga la normativa oficial en relación al pasaporte Covid.
Por otro lado, me aventuro a pensar que esa persona “humillada” tiene escasos conocimientos de Historia y, alegremente, ha mentado al nazismo, algo con lo que hay tener siempre la máxima prudencia. Le explico brevemente qué fue.
El nazismo alemán era una ideología que marcaba muy claramente quiénes eran buenos y malos alemanes. Evidentemente, los nazis eran -siempre- los buenos alemanes. Existía una línea que separaba a la ciudadanía alemana y cuando los nazis alcanzaron el Poder comenzaron a agrandarla utilizando métodos represivos: Gestapo o policía del régimen nazi, milicias paramilitares -SA y SS- y simpatizantes que miraban con desprecio, humillaban, insultaban, apaleaban e, incluso, mataban a quienes estaban en el bando de los malos alemanes. La violencia nazi era considerada como medida social purificadora y estaba presente diariamente en Alemania. Lo peor de todo, es que esa violencia fue fría y calculadora; no nacía de personas que decidían en un momento de ofuscación mental sino desde el análisis y la ponderación necesarias para concluir qué hacer con la gente alemana que -según pensaban los nazis- sobraba en Alemania. Y también con la que sobraba en los países europeos que fueron invadidos durante la Segunda Guerra Mundial y sufrieron la presencia nazi. Muchos campos de concentración -que, de por sí, ya suena horrible- pasaron a ser campos de exterminio.
Por eso no se puede equiparar el pasaporte Covid al nazismo por muy enfadada y cabreada que esté una persona. En España, no se obliga a nadie a vacunarse, ni supone pena de cárcel por mantener la negativa a ello, aunque es sabido que “todo acto conlleva unas consecuencias”, en este caso, no acceder a determinados recintos.
Mi elección para recibir las dosis de la vacuna ha sido libre, confiando en los dictámenes de la Ciencia tanto en lo que se refiere a la existencia de una pandemia como en las soluciones científicas que se nos ofrece. También me he vacunado porque considero que así colaboro positivamente para que mis semejantes no mueran antes de tiempo.
Por cierto, durante la dictadura franquista, los “buenos españoles” realizaron los mismos hechos terribles del régimen nazi.
Fernando Ríos Soler