Caricias en el pelo
- 10 mayo, 2019
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Era una mujer enferma de cáncer que luchaba muy valiente. Ella, con la fuerza que su larga cabellera le permitía se agarró a la vida. Su cuerpo se debilitaba en la complejidad de su enfermedad y escondía miedos inquietantes que recorrían cada célula. Eran tiempos aterradores en habitaciones de hospital.
Cada pelo suyo le traía la culpa. Su melena le servía para tapar un rostro triste. Su pelo negro oscuro caía en cascada hasta la cintura desafiando los días de quimio. Se le veía una mujer joven, aunque demacrada y desvalida ante la espera de su cura. Los ojos apagados al son de una música que no escuchaba la dejaban hundida. Todo era una pesadilla.
De la noche a la mañana se le empieza a caer el vello; hasta las pestañas. La enfermedad abre la puerta a un público que la mira. Lo que más quería era abrir sus alas de ángel y pasar de puntillas. Ella entonces con valentía abre el paraguas de una lástima que no busca. Poco a poco, se hace amiga de su calva y la viste de pañuelos llenos de esperanza o pelucas que le dan confianza. Este destino con dos requesitos: elegancia y sangre fría.
Después de tempestades vuelve la calma y también comienza a florecer el pelo como un ramo de rosas en primavera. El destino va esbozando pequeñas sonrisas y deja ver con claridad a una mujer nueva. Complacida.
La mujer sigue trenzandose el cabello sin importarle que pierda fuerza. Lo peina con delicadeza pero firme en su decision de amar la vida. Pese a todo, sigue su camino. Ahora vive el presente y disfruta cada momento porque ella sabe que esto tiene cura.
Fabiola Martinez Espinosa