Caras y cruces
- 4 septiembre, 2024
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El pasado 14 de agosto se dieron dos noticias en Villena cuya naturaleza se encontraba en las antípodas la una de la otra. La primera de ellas, un hecho luctuoso sentido de una manera especial por toda la sociedad villenense: el fallecimiento de Antonio Ruescas, persona muy querida entre el tejido social de la ciudad y que siempre destacó por su compromiso por hacer, del nuestro, un municipio más accesible. La segunda, más amable, nos informaba sobre un hito: las mujeres festeras abrirían el 5 de septiembre por primera vez el desfile de la Entrada.
En cuanto a la primera de esas dos noticias, la del fallecimiento de quien fuera fundador y más tarde presidente de AMIF, cayó, como se suele decir, como un jarro de agua fría. Desde que la desgracia se cruzara en su camino, ha sido ejemplo de resiliencia. Supo abrirse camino en la adversidad para transformar su dolor en una oportunidad, en un motivo de superación, en una lucha constante por mejorar la situación en desventaja con que han de lidiar a diario las personas con una discapacidad física.
No conocía personalmente a Antonio Ruescas. Nunca crucé palabra con él, pero recuerdo a la perfección el día que lo conocí. Hace mucho de esto, en las primeras ediciones de Munayky, una campaña de sensibilización nacida en el seno de AMIF que, desde 2003, tiene como propósito concienciar al alumnado de nuestra ciudad sobre las barreras de toda índole con que se encuentran las personas con discapacidad desde el mismo momento en que salen a la calle.
El discurso de Ruescas, seguro, fluido, elocuente, libre de toda cortapisa, me llamó poderosamente la atención. Las actividades posteriores, en las que voluntarios de AMIF proponían al alumnado ponerse en la piel de estas personas como mejor forma de que comprendieran sus problemas cotidianos, me abrió los ojos sobre aspectos que, no me avergüenza reconocerlo, hasta ese momento ni me había planteado.
Con Antonio se va, sin duda, una figura única a la que se echará de menos, aunque la labor realizada permanece y ese es el consuelo que le queda a quienes lo conocieron y estimaron.
En cuanto a la segunda de las noticias, debemos congratularlos por una decisión, la que en su día tomó la directiva de la comparsa de Moros Viejos de hacer rotatorio el orden de posición de los cabos, que hoy supone un pasito más en favor de la igualdad: el bloque femenino de velos de dicha comparsa, con María Isabel Navarro al frente, abrirá las Fiestas Patronales.
Como bien se aclaraba en la nota de prensa que daba cuenta de la buena nueva, si bien es cierto que, en el desfile de la Entrada, antes de los Moros Viejos pasa la Banda Municipal y el boato del embajador moro, no lo es menos que, oficialmente, se considera que es el primer bloque de esta comparsa el que abre las Fiestas, honor que durante décadas ha correspondido a un miembro de la larga estirpe de los Titos.
Un privilegio que este año recaerá en ese bloque de velos que, a buen seguro, recibirá un aluvión de aplausos a su paso. Delante, tal vez la mujer idónea, María Isabel Navarro, cabo de un estilo impecable y único, merecedora de hasta diez premios, además de ser una de las cuatro Moras Viejas que han sido galardonadas con la Pluma de Plata que concede la comparsa para valorar la labor desinteresada a favor de la misma.
En su caso, en el de Isa, sí tengo el placer de conocerla y presumir de su amistad. Hablamos de una persona cercana, que irradia simpatía, que la contagia. Su paso, al frente de su bloque de velos, es un espectáculo digno de ver, y en esta ocasión con más motivo. Cuando llegue la tarde del día 5, allí estaremos para aplaudir su paso.
En “Así habló Zaratustra”, obra maestra de Fiedrich Nietzsche, el filósofo alemán afirmaba que “este mundo, eternamente imperfecto, representa una contradicción eterna”. Aplicándolo a la vida, podríamos decir que esta en una suma de contradicciones continua, una moneda donde vida y muerte, felicidad y drama, negro y blanco, suelen venir de la mano. El pasado 14 de agosto, la moneda rodó una vez más para mostrarnos su cara y su cruz.