Ayer se fue
- 22 mayo, 2021
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Ayer se fue… el estado de alarma decretado por el Gobierno allá por marzo de 2020 para poner freno a la expansión de un virus que nos ha tenido sumidos en el miedo, la tristeza, la inseguridad. El virus que, además de vidas, se ha llevado por delante gran parte del tejido social, económico y cultural de nuestro país.
Poco ha dejado en pie, salvo las dudas. Muchas dudas sobre la gestión gubernamental de la mayor crisis sanitaria que al menos, muchos de nosotros, habremos vivido nunca. Y que no vuelva. Dudas sobre si las medidas adoptadas eran sí o no las mejores, porque quien antes dijo Diego, luego dijo digo. Dudas sobre la veracidad de los datos. Dudas que han incentivado quienes nos hablaban de algo más que del tema sanitario, quienes mantenían a ultranza la existencia de una trama para poner fin al sistema económico mundial, la Tercera Guerra disfrazada de bicho.
Ayer se fue, nuestro estado de alarma, se fue, pero no. Llegó de la noche a la mañana y sin previo aviso, pero para irse, irse, lo que es irse, se resiste. Se fue, pero para quedarse. Formalmente, el gobierno, lo ha echado, pero le hemos cogido tanto cariño que realmente, nos va a costar darle un merecido adiós. El gobierno le pone fin, pero las Comunidades Autónomas se agarran a él como a un clavo ardiendo. Otra vez por miedo. Porque apelar a la responsabilidad de la ciudadanía sin más, sin una espada de Damocles sobre nuestras cabezas, parece ser que no resulta de provecho.
Después de más de un año, y lo que te rondaré morena, celebrando “sines” (sin Semana Santa, sin Navidad, sin fiestas patronales ni populares etc.) algunos, hartos de restricciones, se han echado la manta al hombro creyéndose que todo el monte es orégano. Como una Nochevieja en la que lo que se despide un mal año, pero sin campanadas y por lo que se ve, sin mucha esperanza de cambio y a los hechos me remito. No sé si conseguiremos la inmunidad de rebaño, pero estamos a un paso de ser un rebaño inmundo. Poco a poco, por favor. Aún no estamos para mucha fiestas, salvo las de la democracia, que no cesan ni en pandemia. Las elecciones. Las últimas, las de Madrid, porque “Madrid era una fiesta”. Y después de una noche de celebración electoral sin distancias, sin control, ni límites de concentración, ni toque de queda ni gaitas, ¿quién es el chulapo que les dice a los madrileños, ayer sí pero hoy…no tanto?
Y no sé si fue ayer, pero él también se fue. Pablo, el coletas. No puedo creer que su marcha no estuviera planeada desde hace bastante tiempo. Antes de dejar la vicepresidencia del gobierno para intentar salvar Madrid de las garras de la derecha. ¿Se equivocó la paloma, se equivocaba?
No puedo creer que no haya sido un movimiento estudiado. Se va culpando a quienes lo han convertido en un “chivo expiatorio”, cansado de soportar ataques personales, ataques de quienes le temen no a él, sino a lo que se representa. La revolución, la revolución del haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago. ¿Un poquito de decepción en mis palabras? ¡No, poca no, muchísima! Ayer se fue.. una camisa un pantalón vaquero, y una canción, ¿dónde irá?. Volverá a la enseñanza, las tertulias o habrá también para él puerta giratoria?
Pobre. Otra víctima de lo que ha hecho esta maldita pandemia con nosotros, los seres humanos. Lo hemos pasado mal, muy mal. Canutas. De aquellos momentos de solidaridad de balcones, de hermandad, del “saldremos mejores”, poco o nada queda. Hemos perdido amigos y familiares, no por covid, sino por tumores repentinamente descubiertos en los momentos en que el virus daba un respiro para poder diagnosticar y tratar otras patologías, hemos vivido de espaldas a la soledad, al dolor, encerrados en casa y aunque fuera ya de ellas, encerrados en nosotros mismos. Hemos perdido la paciencia, nos hemos desquiciado, subido por las paredes, tirado de los pelos, rasgado las vestiduras. Tantos días en casa, tan sobrecargados, tan perdidos. Hemos pasado de ser pacientes a ser “próximas y necesarias” habitaciones libres, hemos pasado a ser de internet, porque es más cómodo y más rápido. Nadie le atenderá en su oficina bancaria cuando vaya a retirar efectivo, pagar un recibo, si no tiene cita previa. Hay aplicaciones para todo, aunque tenga usted ochenta y muchos años, sea un superviviente de esta jodida crisis y nunca haya tocado un móvil, un ordenador o no tenga ni puñetera idea de lo que le hablan cuando le dicen “internet”. Le venderán un seguro, le ofrecerán un préstamo, pero no le pondrán al día la cartilla. Deshumanización.
Y ojo, porque ayer, 9 de mayo, él se fue. Adiós estado de alarma. Pero el otro, el virus, se queda. Y nosotros, tendremos que seguir resistiendo, “como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie”
Ayer se fue, bienvenido fin de estado de alarma. Y a su barco le llamó, Libertad, la palabra que ya existía antes del uso repetitivo de Ayuso en su discurso de la victoria, y por la que muchos se dejaron la piel. Pero cuidado, que no lo digo yo, ya lo decía Sartre, “mi libertad se termina dónde empieza la de los demás”, así que “calm and quiet”.
F. MARTINEZ (por Perales)