Agua de mayo
- 12 mayo, 2022
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Llueve. Y no para. Todo el día escuchando el agua tintinear en los cristales que ya no me atrevo a limpiar. Algún ratito de sol nos ha regalado el día, pero pica. Y dicen que cuando el sol pica, trae agua.
Agua que viene “como agua de mayo”. Buena para los campos, los frutales y las cosechas. Pero cuántos sueños está quebrando sin saberlo. Porque después de dos años de ansiadas fiestas patronales, cuando parece que el bicho malo nos da una tregua y la gente saca por fin sus mejores galas, se dispone todo para el lucimiento de los festeros, se preparan con cariño carrozas, iluminaciones especiales, ofrendas y desfiles, hace aparición la lluvia, primero tímidamente y después sin pudor, se abre el cielo y cae una cortina de agua que todo lo empapa. Intermitente y espontánea, sin previo aviso. Así pasó en la Entrada Mora de Almansa, el día 1 de mayo, y así lo viví yo.
Y si siempre nos lamentamos cuando un acto, ya sea desfile, embajada, o romería, ha de suspenderse o aplazarse por la lluvia, este año la pena es más grande por el tiempo que hemos estado esperando a que todo volviera a ser “socialmente normal”. Ya no es consuelo aquello de “no pasa nada, el año que viene más” porque ahora hemos perdido la confianza en ese futuro que se nos ha presentado incierto y desconcertante. ¿Quién sabe ahora qué será del año que viene?
Lamentos de los protagonistas y entusiastas participantes porque su momento de esplendor se acorta, en el mejor de los casos. Lamentos de los que miramos, con un ojo puesto en el desfile y otro en el cielo, vigilando el movimiento de las nubes ennegrecidas, tratando de predecir cuándo romperá a llover y cuánto tardará en escampar, mientras repetimos como un mantra “que pena, que pena”.
Y eso que estábamos avisados porque ahora gracias a la tecnología, sobre todo los teléfonos móviles, todos nos hemos convertido en “gurús” de la climatología. Cada terminal lleva incluida su propia aplicación para predecir la meteorología al minuto, la hora, la semana e incluso el mes. AEMET ha perdido la exclusividad aunque siga siendo lo más fiable en cuanto a predicciones atmosféricas se refiere.
Si lo pensamos bien, anticipando el conocimiento de los datos, anticipamos también el sufrimiento por un hecho futuro en el que no podemos influir. Tratando de tenerlo todo bajo control, generamos más inseguridad. Lo que se nos escapa, lo que no podemos conocer con antelación, todo lo que nos sorprende, nos da miedo. Ahora podemos controlar los pasos que andamos diariamente, nuestro ritmo cardiaco, velocidad, trayecto, las temperaturas, los fenómenos atmosféricos y hasta he descubierto que existe una aplicación para controlar las menstruaciones y las fases del embarazo, y supongo que mil cosas más. Estamos en la búsqueda de tener el control sobre casi todo hecho futuro, pero anticiparse, a veces no es tan bueno.
Ya ni hace falta mirar al cielo, ni escuchar a los pájaros, ni interpretar los aromas que nos trae el viento, ni sentir un dolorcillo en los huesos que presagie un cambio de tiempo. Nos sobra hasta el refranero popular que habla de un “abril, aguas mil” y un “mayo florido y hermoso”. Todo eso está de más si tienes a mano el móvil, la Tablet y buena conexión a internet. Esas cosas que nunca necesitó nuestro añorado Soli.
Y si se preguntan cómo se llega de un chaparrón en las fiestas patronales de Almansa a una reflexión casi filosófica sobre la necesidad de control y anticipación del ser humano, no sabría responderles porque ni yo mismo lo sé. Supongo que con un papel en blanco y mucha imaginación.
Disfruten del futuro inmediato, aunque no sepan qué narices va a depararles, si lluvia, viento o sol, si alegrías o tristezas. Pero seguro, seguro, que ILUSIÓN.