50ª Aniversario (III)
- 4 marzo, 2025
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El estado franquista totalitario, como quedó de manifiesto en el artículo anterior, reprimió físicamente a quienes consideraba enemigos. A la par, puso en marcha la maquinaria propagandística del régimen para dejar claro cuál era la posición en la sociedad de cada quien y así evitar futuros conflictos, siendo las mujeres y la población infantil los sectores más afectados por motivos obvios.
El apoyo de la Iglesia católica al franquismo durante la Guerra -a la que llegó a definir como Cruzada religiosa, proclamando así que Dios apoyaba el bando rebelde y, por lo tanto, deseaba el exterminio del derrotado bando nacional- fue recompensado efusivamente con el control del sistema educativo y de la moral cívica cuyos objetivos eran moldear y adoctrinar a la población superviviente. Una enorme oleada llena de pecado, miedo y oscurantismo se apoderó de la vida cotidiana en la España franquista.
Los valores oficiales nacionales-católicos fueron impregnándose en las escuelas previa criba del profesorado -mayoritariamente femenino- que estuvo trabajando durante los años republicanos; sacerdotes, monjas y gente laica muy católica ocuparon los puestos vacantes. La memorización mediante la repetición acrítica de los contenidos, la interiorización de que el alumnado -segregado por sexos- debía asumir la existencia inquebrantable de la jerarquía, el adoctrinamiento a favor del régimen y el uso de la fuerza física –la letra con sangre entra se afirmaba y se practicaba– fueron los fundamentos pedagógicos durante décadas.
Por su parte, la mentalidad de la población femenina estuvo dirigida desde el único partido legalizado a través del Auxilio Social de seis meses de duración, que pasó a ser parte importante en la promoción femenina, hasta el punto de que toda mujer que deseara formar parte de una oposición, conseguir titulación académica, obtener una profesión, el pasaporte, permisos de caza y pesca e, incluso, el carné de conducir debía justificar su realización. El Auxilio Social promocionaba la virtud patriótica de ser madre, el cuidado de los hijos y el aprendizaje de todo lo relacionado con la gestión de la casa que volvía a ser el medio natural femenino.
El control cultural –mental- quedó apuntalado con instituciones creadas exprofeso por el régimen. La Regiduría de Prensa y Propaganda fue la encargada de la difusión pública por medio de revistas, libros de texto, programas radiofónicos y películas de cómo debía ser y comportarse una mujer. La Ley de Prensa dejaba nítidamente claro qué noticias tenían el visto bueno para ser publicadas y cuáles no; finalmente, la Comisión Nacional de la Censura, abarcaba todos los temas, incluyendo información deportiva, fotografías, críticas de cine y de teatro, guiones cinematográficos, anuncios publicitarios e, incluso, determinaba si una película podía ser proyectada o no, existiendo la posibilidad real de que determinadas escenas no lo fueran porque el censor -aquí también había presencia de clérigos- no las consideraban provechosas o eran contrarias a las normas morales del régimen. Por poner algunos ejemplos ilustres, la película de 1940 de Charles Chaplin titulada El gran dictador no se proyectó en España hasta 1977, mientras que Con faldas y a lo loco no fue vista en su totalidad -es decir, sin cortes- hasta 1973; cortes también los hubo en Qué bello es vivir y Ben Hur, a pesar de su temática notoriamente religiosa.