31 de enero, Día del Árbol en la Comunidad Valenciana
- 18 enero, 2024
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El día 15 de enero de 1990, a través de un Decreto de la Conselleria de Agricultura y Pesca, se declaró oficialmente el 31 de enero como “Día del Árbol” en la Comunidad Valenciana. Esta declaración tenía como objetivo que las plantaciones de árboles que se hicieran tuvieran perspectiva de éxito, teniendo en cuenta nuestro clima, algo que no ocurriría si éstas se efectuasen en el Día Forestal Mundial que se celebra el 31 de marzo; y exactamente así lo recogía el propio Decreto.
En la Comunidad Valenciana existen diferentes especies arbóreas emblemáticas dignas de ser destacadas. Entre ellas, cabe mencionar los bosques de alcornoque (Quercus suber L.), que podemos localizar en las provincias de Castellón y Valencia sobre afloramientos de roca silícea, muy raros en esos territorios, o los bosquetes de fresno de montaña (Fraxinus ornus L.), especie cuyo distintivo original es que no se encuentra ligada a cauces de ríos. Así, este fresno de hoja caduca crece de modo natural en algunas montañas alicantinas, aquellas que todavía mantienen laderas y vaguadas especialmente húmedas y protegidas, zonas cada vez más escasas en estos años de sequía que estamos viviendo. Pero hablemos de uno de estos supervivientes de hoja caduca, concretamente del roble valenciano –que también se le conoce como quejigo– (Quercus faginea Lam.), un árbol que aún podemos encontrar en alguno de los barrancos más húmedos de la Sierra de Salinas.
Vaya por delante que el nombre roble se les asigna genéricamente a todas las especies de hoja caduca del género Quercus; pero a algunas se las conoce con un nombre propio, como es el caso de nuestro propio quejigo, del melojo (Quercus pyrenaica Willd.) o del carballo (Quercus robur L.), especie a la que pertenece el famoso “árbol de Guernica”. Pero en realidad nuestro roble valenciano, no es del todo caducifolio, sino “semicaducifolio” o “marcescente”, puesto que sus hojas se marchitan pero permanecen casi todo el invierno sobre la planta –dándole preciosos colores amarillentos, parduscos o rojizos a nuestra planta–, y sólo caen cuando comienzan a salir las nuevas hojas en primavera. Este hecho tiene un doble beneficio para estos árboles; por un lado, protegen a las yemas del frío y, por otro, esconden a los brotes verdes de ser comidos por los animales.
Otras características
Otras características que comparten todas las especies del género Quercus es la producción de bellotas (frutos) y de agallas (tumoraciones) de muy diversas morfologías. A estas últimas ya nos referimos en otro artículo cuando hablamos de la encina o carrasca (Quercus rotundifolia Lam.), definiéndolas como un crecimiento aberrante producido por el árbol al ser parasitado por una pequeña avispa, denominada Andricus quercustozae (Bosc, 1792) y perteneciente a la familia Cynipidae, himenópteros también conocidos como “avispas de las agallas”. Sin embargo, estas agallas son características de cada especie de Quercus; en el caso del quejigo sus agallas se presentan como bolas esféricas del tamaño de una nuez, de color marrón y de interior semejante al corcho, que presentan algunas pequeñas puntas en forma de corona apical. Son muy aparentes y características, tanto que su nombre “quejigo” deriva precisamente de cecidium, agalla en latín. Estas agallas son muy ricas en taninos hidrolizables, que se han utilizado desde la Edad Media para teñir tejidos y cuero; e incluso se les han dado usos medicinales, cosméticos y alimenticios.
El quejigo o roble valenciano se distribuye por la región Mediterránea y puede alcanzar grandes dimensiones. Los ejemplares de nuestro territorio no son muy exuberantes, además no son muchos y están diseminados en barrancos húmedos y protegidos de la Sierra de Salinas. Sus pequeñas poblaciones están en retroceso, por lo que en este día de celebración démosle visibilidad a esta especie tan interesante, que está a merced del calentamiento del clima que estamos sufriendo. ¡Feliz día del árbol y exitosas repoblaciones