Los mismos perros con distinto collares
- 24 enero, 2023
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Corría el mes de julio de 2012 cuando la cúpula de la Iglesia de nuevo, y el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, mostraba su verdadera cara al reabrir el debate suscitado hacía entonces más de treinta años defendiendo el mismo derecho para los embriones que para los seres humanos. Decía Ruiz Gallardón: “Todos los discapacitados tienen que tener exactamente los mismos derechos que el resto de los españoles; y esto, que lo digo para aquellas personas que han nacido, vale exactamente igual para aquellas que están a punto de nacer”.
Al mismo tiempo, trabajadoras y también familiares de personas con diversas discapacidades estaban pendientes de cobrar por realizar su trabajo (muchas llevaban meses sin cobrar) y estaban asistiendo al deterioro servicios esenciales para hacer realidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Declaración que también reconoce nuestra Constitución en su artículo 15.
Pero parece que al ministro Ruiz Gallardón, al Partido Popular y a la cúpula de la iglesia le preocupaban mucho más los embriones, que los seres humanos realmente existentes.
Buscamos documentación para ver si averiguamos a qué se debe ese empecinamiento de los obispos en la defensa de los embriones humanos y ese olvido de las personas reales, es decir con vida propia. A la sazón nos encontramos con el Catecismo de la Iglesia Católica que en el punto 2270 dice: La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
En el punto 2266 del citado catecismo, dice que se deben “aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte”. Aquí hay algo que no cuadra ¿Es o no es sagrada la vida, toda vida? Volvemos a leer el enunciado anterior y caemos en la cuenta de que para la iglesia el único ser inocente es el no nacido, pues con el nacimiento se adquiere la culpa, es decir el pecado original. Lo intuíamos, esa postura debía obedecer a algo que desconocíamos. Ahora estaba claro, es su creencia frente a un proyecto de futura vida humana, pero no vida humana en sí misma. Algo parecido deben pensar los “nuevos políticos” del Partido Popular y de la ultraderecha, pues parece que no les cabe en la cabeza que la llamada popularmente Ley del aborto, no impone un deber, sino que garantiza un derecho; derecho entendido como la posibilidad de elegir y no de defensa del aborto en sí mismo. Por ello admitimos su discrepancia con la misma, pero lo que no podemos aceptar es que intenten imponer al resto de la sociedad, es decir a todas las personas, creyentes o no su doctrina y su ideología, y mucho menos que traten de limitar el desarrollo de los derechos y libertades constitucionales.
Rosalía Sanjuán (Plataforma Feminista de Villena)