Mejor ciudad
- 15 febrero, 2023
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“Villena ya no es Villena, es un pequeño Madrid…” reza la letra, no sé si apócrifa, atribuida al pasodoble “La Entrada” de Quintín Esquembre y que, aunque ciertos expertos consideren forzada e innecesaria, representa, no obstante, un sentir que vive estrechamente ligado con la naturaleza villenense. Porque el músico local compuso su memorable obra sin letra y solo décadas más tarde (Alfredo Rojas atestiguaba que se debía a un tal Amérigo González Requena, natural de Yecla y que durante un tiempo trabajó en una imprenta de la ciudad) se le añadiría esas estrofas que son hoy casi himno.
Sea como fuere, el caso es que el orgullo de contar con elementos urbanos de entidad tan propia de las grandes capitales, trajo consigo esa necesidad de sentirse como tal. Había teatro, uno de destacable belleza, y había plaza de toros. Como también edificios que iban ganando altura con el paso de los años. Todo eso sin entrar en el asunto de que Villena ya era ciudad varios siglos antes por obra y gracia del rey Carlos I.
El caso es que, incluso hoy, podemos seguir presumiendo de edificios emblemáticos y que aquellos dos a que hace referencia la famosa letra unida inexorablemente al pasodoble, tras años de ruina e incertidumbre, recuperaron en pasadas décadas los brillos de sus primeros tiempos. Sí, Villena presume de ser ciudad, puede que también capital, aunque sea de comarca, y, como las grandes urbes, cuenta también a día de hoy con esas interminables e incómodas obras que en cualquier punto cardinal de la población, dificultan el cotidiano devenir de sus habitantes.
No es voluntad nuestra poner en duda la necesidad de dichas obras. Lo que ha de hacerse ha de hacerse y eso lleva implícito una serie de inconvenientes que no siempre nos vienen bien. Si hay que dar solución a problemas que no por permanecer ocultos bajo el subsuelo, dejan de existir, pues adelante. Pero, ¿han de coincidir la mayoría de esas obras en el tiempo?
De todas ellas, se lleva la palma, por cuestiones lógicas, la que se viene acometiendo en la avenida de la Constitución desde hace unos meses. Un proyecto que recuerda más bien al cauce del Guadiana, ese río que va y viene, que aparece y desaparece según el momento. Las obras, las de la calle ancha, lo mismo están que no están, supeditadas sin remedio al calendario festivo de la localidad.
En fin, que si parafraseamos a San Agustín, quien afirmaba que “la recompensa de la paciencia es la paciencia”, mejor será que nos armemos de esta última para que nos llegue otra recompensa, la de las obras terminadas y la de una ciudad que trate no a aspirar a ser un pequeño Madrid, sino a ser una mejor Villena.