De geranios y pelargonios

  • 16 junio, 2022
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De geranios y pelargonios

Mayo es el mes de las flores en nuestras latitudes y este año, más si cabe, con las lluvias primaverales hemos disfrutado efímeramente de unos campos floridos; pero con los últimos días de intenso calor se están agostando y amarilleando, y ya vamos diciendo adiós a esta corta primavera. Muchas fiestas se celebran en torno a las flores y mayo; puede que la más internacional sea la de los patios de Córdoba. Pero los cordobeses no son los únicos que adornan sus calles y casas con flores, sólo tenemos que pasear por Villena para ver muchos balcones rebosantes de floración. Y la reina de las flores de patios y balcones no es otra que la flor de los populares geranios y gitanillas. Los hay de muchos colores: rojos, blancos, rosados, variegados… unos, fragantes, otros no tanto. Y es que este género de plantas, denominado Pelargonium L’Hér. y perteneciente a la familia Geraniáceas, incluye más de 250 especies diferentes originarias del sur y este de África, que se introdujeron en Europa hace más de tres siglos y de los que se ha producido cientos de híbridos ornamentales. Son muy fáciles de cultivar y replicar, y en primavera nos regalan esas hermosas flores que duran hasta bien entrado el verano. No hay que olvidar que una parte del sur de África tiene clima mediterráneo, por lo que la aclimatación de muchas de ellas a nuestro entorno es perfecta, y de ahí su éxito en jardinería. En definitiva, los geranios cumplen todas las expectativas para engalanar y, aunque sean plantas de otras latitudes son muy bien conocidas por todos nosotros. 

Sin embargo, es muy probable que no reconozcamos a sus parientes europeos, nuestros geranios autóctonos, que no conociéndose popularmente con el nombre de “geranios” algunas de estas plantas pertenecen precisamente al género Geranium L., que da nombre a la familia. Pero son dos los géneros que podemos encontrar en el entorno villenense: Geranium y Erodium L’Hér. Se conocen como alfileres de pastor, relojitos, almizcleras, o picos de cigüeña, dependiendo de cada especie. Alguien estará pensando: “¡Ah! Esas sí que las conozco…, de pequeños jugábamos con esos frutos”. Y son los frutos los que dan los nombres vernáculos a estas plantas y al propio género Geranium, ya que esta palabra significa grulla en latín, haciendo referencia al pico de esta ave. Y es que sus frutos son muy peculiares: cinco mericarpos (partes del fruto) que contienen una semilla cada uno, y que se unen por sus estilos en un pico largo y sobresaliente del cáliz, parte del cual permanece al madurar el mericarpo. 

Pero vamos por partes. Hemos dicho que nuestros geranios pertenecen a dos géneros, Geranium y Erodium, muy fáciles de distinguir entre ellos por las hojas y frutos. Las especies de Geranium tienen las hojas casi igual de largas que de anchas, es decir redondeadas, y con lóbulos o segmentos palmeados; mientras que las de Erodium las tiene a menudo más largas que anchas y con lóbulos pinnados. Este último género es más común y llamativo en nuestros caminos y herbazales, y sus especies poseen los frutos con el pico más largo; de ahí el nombre “pico de cigüeña”. Es interesante ver cómo dispersan sus semillas estas plantas. En el género Geranium, los frutos se dividen en cinco partes (mericarpos) y al irse secando, el pico del fruto a la vez se tensiona enroscándose en espiral plana, hasta empujar a las semillas como un resorte; en definitiva, las expulsa a modo de catapulta llegando a alcanzar grandes distancias. Por el contrario, el género Erodium tiene una forma de dispersión todavía más curiosa; cuando el fruto madura y se seca, cada uno de los cinco mericarpos va enrollándose en forma de sacacorchos sobre el pico del fruto; y lo hace muy despacio, como las manecillas de un reloj, razón por la que algunas de estas especies se denominan “relojitos”. Y quedan ahí, colgando de la planta, a la espera de que el viento, el roce con animales o cualquier otra circunstancia los haga desprenderse y caer al suelo. Una vez allí, el pico se desenrolla por efecto de la humedad –a menudo por la noche–, pero cuando vuelve a secarse –con el calor del sol–, se enrolla de nuevo; y por esa pulsión, a base de humedecerse y secarse, y por su forma de sacacorchos, el “relojito” va reptando y, sin dejar de girar, va alejándose de la planta madre: Finalmente, cuando encuentra un buen lugar para germinar se clava y se atornilla literalmente en el suelo. 

En nuestros paseos por los alrededores de Villena podemos observar fácilmente especies como Geranium molle L., Geranium rotundifolium L., Erodium ciconium (L.) L’Hér., Erodium cicutarium (L.) L’Her. y Erodium malacoides (L.) L’Her. Y os propongo jugar de nuevo, recordando nuestra niñez, con los “picos de cigüeña” y clavarnos en la ropa algunos de ellos y esperar a verlos girar. Enseñemos estos juegos a las nuevas generaciones y recuperemos el contacto con la naturaleza a través de la diversión.

Juguemos con las plantas https://metode.es/revistas-metode/article-revistes/jugando-con-las-plantas.html

Geraniáceas http://www.floraiberica.es/floraiberica/texto/pdfs/09_123_00_GERANIACEAE.pdf

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