Cada año es la primera vez

  • 2 septiembre, 2010
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Cada año es la primera vez

Sucede cada año, pero, a pesar de la frecuencia, cada año sucede de forma única.

Día 5 de Septiembre, día mágico por antonomasia. El ritmo vital de Villena cambia por completo, se acelera y ralentiza al son de la música que hoy, por fin, invade  la ciudad.

La impaciencia apenas permite probar bocado: risas nerviosas, constantes miradas al reloj… El tiempo parece detenerse, como ocurre siempre antes de cada gran ocasión.

El camino a casa se hace interminable y las calles adquieren, como por arte de alguna negra magia,  una pendiente desmesurada. La hogareña cima parece inalcanzable.

Desde el quicio de la puerta de mi habitación observo por primera vez (sí, cada año es por primera vez), mi traje de Moro Nuevo, impecablemente colocado sobre la cama. Colocado con ese cariño con el que sólo puede prepararlo una madre, de esas madres festeras, grandes festeras, que jamás han desfilado, que nunca han vestido el uniforme de una Comparsa, pero que viven las Fiestas como nadie y que, sin ellas, las Fiestas no serían 

Éste es uno de los muchos momentos mágicos de las Fiestas: El traje de Moro Nuevo a la vista, amalgama de colores, una aleación perfecta que combina amarillo, azul, verde y rojo. El amarillo oro del Sol, nuestra energía, la alegría y el reclamo de atención que con el baile bombacho encanta a Villena. El azul de la camisa, con la complicada misión de contener un corazón que durante los próximos 5 días latirá más veces que en los 360 restantes, el azul del mar y del cielo, inalcanzables e infinitos. El verde exuberante y fresco, paso libre a la ilusión y a los sentimientos, paso libre a la alábega, a la música, a la pólvora… Y el rojo determinante y guerrero, pasional y festero.

Eternizo el anual ceremonial de vestirme. Quiero disfrutar de este momento, pues sé que el reloj se empeña en jugar en mi contra. A partir de ahora todo empieza a terminarse. Lucho contra ti, Tiempo, que todo lo haces mal, que vas lento cuando deberías ir rápido, y rápido cuando lento. Aguanto el aliento un instante… ¡Quietos los caballos¡… Profundo recuerdo por los que ya no están y por los que no han podido venir. Sé, por personal, dolorosa y reiterada experiencia, que un día 5 lejos de Villena es un día desolador e interminable. Valgan estas letras para recordaros.

Por fin un Moro Nuevo sale de casa. Nada que ver con la persona que entró hace apenas unos minutos, todo ha cambiado. El encuentro con  el resto de mi Escuadra es el encuentro de los que llevan un año sin verse. No cuenta que nos veamos normalmente durante el año, algunos casi a diario. No cuenta el almuerzo que hemos disfrutado esta misma mañana. No cuenta, tampoco, que hayamos desfilado por las calles de Villena para recoger a nuestras Madrinas, ni que hayamos visto juntos el Pregón, ni el aperitivo con el resto de la Comparsa… Ni siquiera cuenta que algunos de nosotros hayamos comido juntos… Éste es el encuentro de una Escuadra que lleva un año sin verse como tiene que verse: vestidos de Moros Nuevos.

Bajo el amparo de la Morenica enfilamos el camino hacia la Losilla, al encuentro de la Banda de Música, que con los acordes de la Entrada pondrán, y no por última vez estas Fiestas, a prueba nuestras emociones. Lágrimas escondidas y abrazos  necesitados.

Una vez reunida la Comparsa, el timbal marca el compás de la marcha mora. La Escuadra se hace una y, tras los pasos de nuestro Cabo, la Corredera y la Calle Ancha se convierten al oro, al mar, a la ilusión y a la pasión…

La Comparsa de Moros Nuevos desfila, y esto, sucediendo todos los años, es algo único.

   

-Máximo García Vidal-

 

 

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