Son días de eso

  • 2 septiembre, 2010
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Son días de eso

Son las doce del mediodía, festeros de pro, devotos de la patrona y algún que otro rezagao para el que la cena del día cuatro se alargó más de la cuenta, se aglomeran en la Plaza de Santiago.  Ahora sí huele de verdad a fiestas, a ese extraño perfume de alábega, ilusión, rollicos de vino y alegría que inunda toda casa que se precie en villena la mañana del día cinco. En la plaza la muchedumbre aguarda espectante esa frase tan especial.  Los músicos, madrugadores y fieles, preparan labios y baquetas para tan magnas palabras.  Entre tanta espectación y bajo un sol de justicia por fin se escucha tan ansiada frase: “Villeneros, villeneras que comiencen las fiestas” 

Los nervios, convertidos en abrazos, se reparten a diestro y siniestro entre los festeros en Santiago, un alegre repique de campanas y los primeros pasodobles de las fiestas, embriagan el espíritu de la ciudad de felicidad y alegría. La Morenica, desde su engalanado altar bendice a todo un pueblo ante sus días grandes,  las Fiestas de Moros y Cristianos.

Los cargos comienzan a desfilar con los suyos de vuelta a “La casa”. La comida de hoy será un mero insulto a la cena de anoche, pues este mediodía todo es un poco más acelerado entre casacas, turbantes,  fajas o capas.  Las moras más recatadas apenas paran un rato por casa a comer un sandwich, pues llegan tarde con la maquilladora y ahora mismo el Tito llama a filas a la tropa.

Rondando las cuatro de la tarde y en el barrio de la música, como no podía ser de otro modo… la Banda Municipal arranca, entre aplausos y mistela, con ese precioso pasodoble compuesto por el maestro Esquembre y que a todos nos pone la piel de gallina, “La Entrada“.  La alegría se desborda por la calle ancha.  Es indescriptible para mí explicar la sensación que se siente en el estómago cuando arranca esa canción el día cinco; aunque supongo que muchos de vosotros la conoceréis perfectamente.

Empiezan las fiestas de verdad, las de las escuadras especiales con sus ropajes tan espectaculares. El confeti, la pólvora y el ritmo que marcan los timbales.  El día más largo del año para muchos, el más especial para todos. Vuelven los desfiles, las embajadas en el castillo y los almuerzos tras la diana para bajar los cubatas que nos sobraron anoche. La tarde de las Moras Nuevas y los Piratas, la noche de los Maseros y los Cristianos.  Las colas en Francés antes del desfile, la añoranza de los más nostálgicos hacia el puente de La Losilla. La tarde que descorcha esos cuatro días mágicos que Villena regala a su patrona. Las comidas con la fila, recordar voces y vidas que hemos guardado un año en algún cajoncito de nuestro corazón esperando  que llegara el dichoso día.  El día cinco de septiembre en la ciudad de Villena.  

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