Ese eslabón que se rompe
- 21 febrero, 2021
- Comentarios
Un domingo que amanece envuelto en nubes grises. No podía ser de otro modo. El viento las empuja, las hace ondear a media asta, las aleja entre jirones de tristeza. Sí, tristeza, porque hoy es un día triste para nuestra ciudad. Se nos ha ido el último miembro de un colectivo que quizás nunca tuvo nombre, pero que siempre estuvo presente en el ambiente cultural de nuestra ciudad. Se ha marchado con discreción, dejando el escenario huérfano, vacío, en silencio.
Conocí a Joaquín cuando yo no era más que un niño. Entonces no supe quién era y hasta muchos años y circunstancias después, no tuve la oportunidad de saberlo realmente. Actuaba la Agrupación Teatral Ruperto Chapí y lo hacía en el teatro. Representaban La Revoltosa y las bajas expectativas que traía cuando mis padres me obligaron a asistir a lo que, para mi parecer infantil no era más que un rollo de mayores, y que se habían elevado considerablemente con la espectacular obertura, alcanzaron las más altas cotas cuando él entró en escena. No sabría explicar el motivo pero, en cualquier caso, consiguió llamar mi atención hasta el punto de que, cada vez que aparecía, una sonrisa se me dibujaba en los labios sin que pudiera evitarlo.
Mentiría si dijera que mantuve con él una relación cercana, pero sí tuve el privilegio de profundizar en el alma que se escondía dentro del hombre. Lo hice a través de las veces en que hablamos, pero sobre todo en la ingente e impagable labor que realizó en favor de la cultura local. Eso provocó que se forjara en mi interior un sentimiento de admiración que llevaré siempre conmigo.
Conoció y fue amigo de Antonio Navarro Santafé, de Vicente Prats, de Alfredo Rojas, otros personajes ilustres de Villena con quienes colaboró intensamente en innumerables proyectos. Realizó trabajos de investigación sobre músicos locales; en especial, es de destacar su aportación al conocimiento de la obra y vida de Ruperta Chapí. Para ello y por ello, pudo conocer a los descendientes del compositor con quienes conservaba una relación de amistad.
Me resulta imposible destacar un solo aspecto relevante de Joaquín, pero me voy a quedar precisamente con eso, con la amistad. Porque su carácter modesto y desprendido le permitió obtener y mantener amigos allá por donde pasara. Y, eso, dice mucho de él.
Junto a Rojas, Prats y otras cuatro figuras relevantes de nuestra cultura, fundó “El eslabón”, una publicación que buscaba acercar la actualidad local a aquellos villenenses que residen fuera. Se podría decir que trataron de tender puentes que superaran kilómetros, una cadena invisible que sirviera de unión. Uno a uno, la mayoría de los eslabones de esa cadena, han ido marchándose para dejarnos solo su recuerdo. El último en hacerlo, ha sido este hombre tan pequeño de talla como enorme de corazón.
Me quedo sin palabras porque hoy me puede más el sentimiento y, por ese motivo, me voy a permitir que sea otro villenero, Mateo Marco, a quien admiro en igual medida, el que sea quien defina con pluma precisa lo que significa Joaquín. Es un fragmento que pertenece a la extraordinaria semblanza que, de él, escribió como adhesión a la propuesta de su nombramiento como Hijo Predilecto de la ciudad.
(…)lo escribo desde la convicción de que es bueno para una comunidad, siendo agradecida, el tener como referentes reconocidos a las personas que de alguna manera u otra, y especialmente a aquellas que lo han hecho de forma altruista, sirvan de ejemplo para que los demás, imitándolos en la medida que podamos imitarlos, seamos, siendo como ellos, mejores. Así, viéndote a ti, nos veamos”.