Música para despertar, flamenco para recordar
- 8 diciembre, 2020
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A principios de 2020 llegaron a mí, por casualidades de Facebook, las historias de Paco Mora y Doña Carmen. Un bailaor de flamenco y su madre, enferma de Alzheimer. Paco dejó su vida a un lado para dedicarse al cuidado de su madre. Me interesó primero su faceta como cuidador de persona dependiente que requiere de atención cada hora de cada día. Me interesaron sus reivindicaciones, sus consejos, su necesidad de desahogo. Luego ya fui descubriendo su otra realidad, la del artista. No sabía que su mundo era el flamenco, no sabía que era bailaor, no sabía de sus coreografías, tampoco sabía que sus vídeos tenían un fin, obedecían a un proyecto más grande. Por una parte, Paco ha montado un espectáculo en el que logra cumplir el sueño frustrado de su madre, ser bailaora. Un espectáculo en el que ella, con ochenta y muchos años, es la figura principal y, el argumento, su historia: de chica, su padre no la quiso dejar entrar en ese mundo del baile, del flamenco, de las artistas por la mala reputación que las mujeres que a ello se dedicaban, acababan arrastrando. “Yo no he criao hija pa puta”, sentenció su padre.
Durante el confinamiento, seguí cada una de sus apariciones. Paco se asoma un ratito a Facebook cada noche, con Carmen. Y cada noche, Carmen nos sorprende con su buen o mal humor, con el cariño que le profesa a su hijo, con el llanto amargo cuando recuerda a su madre, a su hermana o su suegra, cada vez que Paco le repite que ya murieron. Paco insiste en que recuerde, la fecha de su nacimiento, el nombre de la calle donde vivió de chica, el nombre de su marido…Y Carmen canta, siempre acaba cantando. Porque se le olvida si tomó café, si estuvo en el centro de día, si fue a la peluquería hoy o ayer, se olvida de dónde o qué comió, pero recuerda a la perfección las melodías y las letras de las coplas a las que su hijo le da pie para que las siga.
Paco Mora ha recorrido un largo camino. Sé que la necesidad de convertirse en el mejor cuidador para Carmen le llevó a aprender que la música es un elemento esencial para tratar esta devastadora enfermedad. La música y el baile. La copla es el nexo de unión de casi toda una generación que se está viendo condenada a olvidar por la enfermedad. Y el baile, el baile ayuda a desentumecer los músculos, a recuperar físicamente habilidades que desaparecieron también con ella. Y Paco convierte esa costumbre en terapia que comparte con los centros de Alzheimer que visita para sacar del silencio a los afectados por esta cruel enfermedad que nos arrebata a quienes queremos, convirtiéndolos en personas ajenas a nosotros, que a veces ni nos recuerdan. De residencia en residencia despertando los recuerdos de los enfermos de Alzheimer, a golpe de tacón, de movimiento de brazos y de sones de coplas.
Para Paco Mora el flamenco es el punto de unión con su madre, ambos tuvieron que abandonar el sueño, Carmen por un padre intolerante. Paco para dedicar su tiempo a la madre. Con el espectáculo FLAMENCO PARA RECORDAR, los dos pueden continuar con ese sueño y hacerlo realidad, estando juntos sobre el escenario. Paco quiso que su madre pudiera ser bailaora. Y con ella visita teatros y programas de radio y televisión.
Y Paco repite que la Carmen que nosotros vemos a través de esa ventanita que cada noche nos abre, es la Carmen amable, la Carmen graciosa y algo deslenguada, pero que Carmen es mucho más, es una enferma de Alzheimer que no duerme tranquila, que se desorienta, que lo llama a cada minuto, que lo necesita para el aseo personal, para vestirse, para comer… Carmen puede no recordar si fue hoy o ayer cuando estuvo en la peluquería, no es consciente de si vive en Málaga o en Cáceres, a veces recuerda el nombre de la calle donde vivió hace años, no recuerda si el cafelito lo tomó a media tarde o después de comer, no sabe de horarios y llama a su hijo en medio de la madrugada, trae a la memoria hechos dramáticos de hace años como si fueran de ayer, confunde a su hijo con su marido, pero en cuanto Paco entona o le da las primeras letras de una coplilla, Carmen la sigue, la termina y la repite.
En cada directo, Carmen está sentada junto a su hijo, y mantiene la mirada perdida en el infinito, hasta que Paco la saluda: “buenas noches señora, aquí tiene usted a sus seguidores y seguidoras”…y entonces Carmen, mira al frente, a la cámara y saluda a cientos de personas que ni ve ni conoce, pero que intuye que la escuchan.
Y el proyecto va más allá, la película, EN MIS ZAPATOS, dónde muestra y reivindica la figura del cuidador de personas dependientes. Película que gracias al crowdfounding, verá la luz, si nada lo impide.
Hace pocos días, Paco compartió un vídeo impresionante que nada tiene que ver ni con Carmen ni con él pero que viene a demostrar, una vez más, que la música es vital para nosotros. Es el vídeo en el que Marta C. González, primera bailarina del Ballet de Nueva York en los años 60, enferma de Alzheimer, reacciona al escuchar el Lago de los Cisnes, de Tchaicovsky, y es capaz de reproducir cada movimiento de la coreografía, las posturas de los brazos, el cuello, los movimientos en el suelo, la parte del coro, las puntas….El vídeo, como otros muchos que luego he visto, es de la Asociación Música para Despertar. Es increíble.
Todos tenemos una banda sonora para nuestra vida, para cada día, hora o segundo de nuestra, esperemos, larga y próspera vida. Y para cuando los recuerdos se conviertan en frágiles burbujas que se nos escapan a cada momento, rompiéndose con el mero roce del aire, siempre nos quedará la música.