Reflexiones desde el aislamiento (y III)
- 28 marzo, 2020
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Es sabido que la mente humana está constantemente activa; incluso cuando estamos durmiendo ella sigue trabajando. Esto, en la práctica, significa que estamos siempre reflexionando aunque el trajín de la vida cotidiana –a veces vertiginoso- nos impide ser conscientes de ello.
Por cierto, a la mente humana le encanta que le compliquemos las situaciones porque es estímulo para ella. La rutina no va con ella; de hecho, la monotonía y el tedio la envejecen antes de tiempo.
Si algo hay que “agradecer” a esta pandemia es que nos ha dado mucho tiempo para estar solos, que no aislados. Confinarse en casa, además de colaborar a que mueran menos personas, es tener la posibilidad de reencontrarnos.
El ritmo diario, en el que estábamos inmersos, ha desaparecido totalmente; ya no hay que levantarse para hacer las actividades que tenemos por costumbre…. Nos hemos quedado casi sin nada que hacer y resulta que -¡oh paradoja!- seguimos existiendo.
“Parar y reparar”. Apliquemos esta máxima, siempre aconsejable y mucho más en la coyuntura actual. Nos han parado la rutina diaria que, parece ser, daba significado a nuestra vida; de acuerdo. “Reparemos” y qué mejor manera que empezar a cuestionarnos algunos asuntos o, ¿por qué no?, cuestionémonos todo. Lanzo sugerencias.
El primer ámbito de reflexión podría tocar directamente nuestro estadio más íntimo: ¿estoy viviendo la vida que hace que me levante todas las mañanas? Siguiendo un giro lingüístico tomado de mi hija, ¿estoy yo al volante de mi vida? Avanzo un poco más allá, ¿la he elegido yo o la han elegido por mí?
No nos asustemos. Esta batería de preguntas son consustanciales a cualquier ser humano y siempre han estado acompañándolo a lo largo de milenios. Somos seres pensantes, no hay que olvidarlo nunca. A mi parecer, faltaría una pregunta; la más importante: ¿soy feliz?
Otro ámbito de meditación muy bien pudiera ser el relacionado con las necesidades de cada quien para vivir; ahora es el momento idóneo para plantearse cuáles son nuestras necesidades primarias –materiales y emocionales- sin las que no podríamos vivir, y establecer claramente las necesidades secundarias. Lógicamente, cada quien podrá completar estos apartados según su propio criterio pero lo importante es que nos paremos a pensar sobre ellas.
Salgamos de nuestro espacio íntimo: ¿Qué pasa con los demás miembros de la familia? ¿Qué relación emocional existe? ¿Tengo que agradecerles algo y viceversa? ¿Y con el resto de la familia humana? ¿Cómo me desenvuelvo con mi planeta, que es el que me provee de comida?
Éste es un tiempo insólito del que no teníamos antecedente alguno. Cierto pero también es un tiempo de retos. Aprovechemos para resituarnos, conocernos mejor y, una vez realizadas ciertas “reparaciones”, estar mejor como personas individuales y colectivas que somos. Soy de quienes piensan que hemos nacido para ser felices.
“El bienestar es estar bien donde se está”.
Fernando Ríos Soler