Érase una vez…Ainhoa
- 26 diciembre, 2019
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Ya casi en Navidad y andamos revueltos porque, como suele pasarnos con todas las fiestas y fechas señaladas, se nos agolpan los recuerdos en la memoria y andamos como pollos sin cabeza. Unos excitados, otros alicaídos y mohínos. Los sentimientos se hacen especialmente tangibles con las músicas, los aromas, los sabores, las voces, los colores. Cuando nos llega la edad de recordar, es difícil no traer a la mente a gente a la que añoraremos, mucho, en estas fiestas navideñas.
Algunos se van (o se irían) en Fiestas de Septiembre. A otro algo no tan festero, una playa, una ciudad europea, al monte, dónde sea, lo importante es escapar. Yo me iría en Navidad, pero no me voy, porque como suele decirse, una vez metidos en ambiente…estamos medio bien.
Pasa que en estas fechas navideñas intentan vendernos tanta felicidad artificial, tanta magia adulterada, tanta falsa ilusión, que al final, uno se pierde por el camino los mejores momentos, la verdadera magia, los auténticos sueños. Yo ayer fui testigo privilegiado de que de vez en cuando, los sueños se cumplen. En serio.
Porque Ainhoa nació de un sueño, estoy seguro. Fue el sueño cumplido de Catina y de Ramón, allá lejos, en China. Ramón se convirtió demasiado pronto en un ángel y se truncó el sueño, pero desde siempre anda cuidando de su pequeña en ese cielo infinito que se ilumina con las buenas almas. Después Catina siguió luchando por el sueño de los dos, y llegó Ainhoa. Y Ainhoa fue creciendo y empezó a soñar también, y así Catina ya nunca sueña sola.
Y ahora toca vivir el sueño de Ainhoa. Porque ella siempre quiso ser “corsaria” y lo es. Y luego quiso ser madrina. Y lo es. Y además no está sola. Porque Catina, aún a regañadientes al principio, finalmente se aventuró con su hija en ese sueño y andan las dos viviendo un año de locura, un año de “princesas”, un año de fiestas, fiestas.
Y soñando, soñando, encontraron por el camino a otros dos soñadores, Alejandro y Víctor. He oído por ahí, que a su edad, lo normal es que estos dos chiquillos anden soñando con un balón. Pero también son importantes los amigos, y ellos lo son, y muy buenos. Se les ve a la legua. Y amigos de sus amigos, y amigos de Ainhoa. Y por eso andan revoloteando en su sueño, como capitán y alférez.
¿Pero quién deja a estos cuatro solos? ¡No se puede! Dos grandes “atrapasueños” les acompañan para filtrar esos sueños. Que los buenos pasen y los malos queden atrapados y desaparezcan con la luz del día. Esos son Paco y Valero.
Que bonito que nos demostréis que la magia existe, que no es sólo la purpurina que nos enseñan en la tele, que se puede brillar de felicidad. Qué chulo que nos enseñéis que los sueños se pueden hacer realidad, y que se puede soñar en compañía. En buena compañía.
Qué grande que nos hagáis entender que los recuerdos y la gente que ya no está entre nosotros, pueden formar parte también de ese sueño. Apretando bien los ojos, dejándoles entrar, sin penas, aunque con alguna lagrimilla para hacerles más fácil el camino hacia nosotros.
Y lo dejo aquí porque si no, alguien dirá malhumorado que en este pueblo sólo se habla de fiestas. ¡Nooo! ¡ Y de sueños! Vosotros seguid soñando, seguid disfrutando juntos de este año, seguid creando magia e ilusión, auténtica.
Érase una vez…Ainhoa.
FELIZ NAVIDAD