Cachitos de atardeceres
- 9 febrero, 2017
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En los últimos números de esta publicación, ha sido la literatura la temática elegida para que ocupe el espacio que, tan amablemente, me presta Portada.info todos los meses. Escribir sobre la belleza de las letras, es algo que no puedo remediar y que forma parte de mi naturaleza. Ya se sabe que la cabra tira al monte y que, cualquier ocasión es buena para regresar a ese mundo que solo existe en la realidad de los libros.
En esta ocasión, es el club de lectura de las Bibliotecas Municipales quien merece, y mucho, que les dedique unas líneas como rendido, aunque modesto tributo por la labor que realizan y por el cariño que ponen en esa labor.
Antes de nada, debo darles las gracias por haberme invitado a su última sesión, la de febrero y por haber dedicado su tiempo en leer esos “Atardeceres” que, con tanta ilusión escribí y mucha gente querida me ayudó a publicar. La velada, en la que no fui ni me hicieron sentir el protagonista, cosa que también agradezco, fue cercana, íntima, mágica.
Recientemente, en las páginas de la revista Villena, aparece un artículo con motivo del décimo aniversario de esta actividad que se inició en un ya lejano abril de 2006. En dicho artículo, se habla del club, claro; de los libros leídos, de las personas que lo iniciaron, de las que se fueron y de las que permanecen, como también de las que se incorporaron después. Pero todo ese relato de los acontecimientos y de la efeméride, se hace con discreción y mesura, como si no se quisiera molestar. Cuando, la realidad es que tiene una enorme importancia; para la literatura y para la cultura de nuestra ciudad.
No me cansaré de repetir la inmensa labor que realizan las Bibliotecas Municipales de Villena en ese terreno, en el de la literatura y en el de la cultura. La agenda de actividades es completa e intensa y abarca todos los espectros de edad y condición. Por desgracia, alguna de esas actividades, ha terminado desapareciendo por diferentes circunstancias; ese fue el caso del hermano gemelo (si se me permite la expresión) del club de lectura, ese Café con libros en el que también se cuidaba con mimo cada historia leída y compartida.
Pero volviendo al club y a la velada que pude compartir con sus miembros hace unas semanas, debo decir que ningún detalle quedó al azar. Incluso tuvieron la deferencia de dedicarme unos “Cachitos de atardeceres”, como fueron bautizados: pequeños mensajes enrollados y metidos dentro de una urna en los que, cada uno de los componentes de este heterogéneo grupo, me expresaba sus sensaciones, opiniones e ideas sobre la novela, así como alguna que otra recomendación, que siempre viene bien.
Decía Françoise Sagan que las personas que escriben libros, raramente son intelectuales. Los intelectuales son personas que hablan sobre los libros que han escrito otros. No creo que haya cita más acertada para definir a un club de lectura como el que se reúne, una noche al mes, haga calor, viento o lluvia, en la biblioteca Miguel Hernández.