Más de familiares de Gaspar Archent, canónigo y autor de Romancero villenense se reunieron en Villena

  • 6 octubre, 2014
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Más de cien años hace que comenzó a crecer esta familia con el enlace de Rafael Valdés Olivares y
Teresa Archent Avellán, hermana del conocido poeta villenense Gaspar Archent Avellán, autor del
“Romancero villenense”.
Más de cien personas se reunieron en un encuentro que comenzó en la Plaza de Santiago, camino a
“El Rabal”, barrio en el que habían nacido todos los hijos de este matrimonio que fueron nada más
y nada menos que nueve: Josefa, José, Salvador, Vicente, Rafael, María, Teresa, Isabel y Antonia.
Barrio que parecía celebrar nuestra alegría entre cervezas y lazos internacionales.
Buen ambiente y muy buenos recuerdos generados en los encuentros entre las familias venidas
desde Cartagena, Onil, Elche, Valencia, Totana, Barcelona, Alicante, Murcia…. e incluso de Italia.
Familiares, desconocidos, que en ocasiones se reconocían fácilmente por los parecidos con sus
antecesores. Y muy pronto, surgieron historias, palabras, conversaciones, que continuaron tras la
misa que se celebró en Santa María en memoria de los ausentes de la familia Valdés-Archent, y
como pequeño homenaje a que, fue precisamente allí, en esa magnífica Iglesia donde se habían
bautizado los 9 hijos del matrimonio, oficiando la ceremonia, en aquellos años, el propio canónigo
D. Gaspar Archent.
Y de ahí, foto familiar en las escalinatas de la fachada, bajo un sol espléndido que se unía a las
sonrisas radiantes de los fotografiados y, por fin, camino al Santuario para conocerlo y visitar a la
Virgen de las Virtudes, tan venerada en esta gran familia.
Como colofón, una comida de hermandad en el local de la Asociación de Vecinos de “El carril”,
donde, regados por buen vino de Villena y saboreando una magnífica paella, se disiparon las
timideces y comenzaron a surgir historias de antiguo, recuerdos de familia, anécdotas olvidadas,
que convirtieron el día en una crónica magnífica de aquel tiempo pasado, que emocionó a muchos y
nos agradó a todos, mientras nos deleitábamos con los rollos de vino de aquí y el verdadero tiramisú
de Italia.
El día se despidió entre abrazos y besos, que conminaron a un nuevo encuentro, cuando seamos
capaces de asumir todo lo vivido, y cuando el tiempo haga que, otra vez, la necesidad de vernos sea
mayor al conocimiento de que la familia puede estar lejos pero no por ello distanciada.
¡Gracias a todos/as!

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