Postura ante el próximo 20 de noviembre

  • 14 noviembre, 2011
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Postura ante el próximo 20 de noviembre

Hace tiempo que estoy decidido. El próximo domingo serán las Elecciones Generales y no pienso utilizar mi voto para beneficio del PSOE ni del Partido Popular.

      Y no lo voy a hacer por un motivo muy sencillo pero que me lleva atrás en el tiempo para explicarlo. Sólo le pido que sea paciente. Veamos.

     Desde hace, más o menos, dos siglos y pico, la Humanidad entró en un nuevo sistema económico, es decir, en una manera de creación de riqueza denominada capitalismo, sistema que descansaba en dos aspectos:

  1. Otorgar un valor ético la riqueza del individuo de acuerdo a sus capacidades.
  2. Explotar los recursos del planeta, que estaban -así, al menos, se  pensaba- esperando pasivamente a ser tomados por el ser humano.

En otras palabras, el capitalismo aireaba la idea de que es bueno ser rico.

      Es obvio que cualquier persona estará de acuerdo con el planteamiento inicial capitalista ya que, después de siglos de culpabilización humana por motivos religiosos cristianos, aquél dota de la suficiente estima y confianza al ser humano y, por otro lado, sin los recursos naturales, cualquier colectivo humano acabaría por extinguirse. Lógico es pensarlo y -¿por qué no?- abrazarlo fervientemente.

      Pero yo no puedo hacerlo porque el capitalismo reclama la acumulación de riquezas sin medida, sin importar cómo se consiga. Lo importante es hacerse rico, a costa de lo que sea -y de quien sea-. Y esto no me gusta un pelo.

     El capitalismo coloca en primer lugar cualquier método que genere beneficios materiales y de todos es sabido cómo el secuestro de gente negra en África para ser vendidos en las plantaciones americanas sirvió para impulsar el desarrollo económico de Estados Unidos, o cómo, durante la extraordinaria Segunda Revolución Industrial que tanto enriqueció a tan pocas personas, sueldos excesivamente bajos provocaron la miseria cotidiana de la clase obrera durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX en Europa, o cómo las ciudades industriales ampliaron sus límites creando barrios residenciales extrarradios para la clase burguesa que huía despavorida por la pestilencia atmosférica producida por sus propias fábricas.

      El capitalismo incide profundamente en el individualismo más feroz, y considera que su semejante es un competidor y, por lo tanto, éste hará lo impensable para hacerse rico antes que uno mismo. Riqueza y acumulación de riqueza material como símbolo de prestigio social es su norte cotidiano.

      Han transcurrido varios siglos y seguimos casi igual que en el siglo XVIII y el sistema capitalista -tal y como lo he expuesto- sigue vivo y coleando -a pesar de las crisis casi periódicas que ha experimentado-. Por el camino han surgido regímenes políticos diversos -liberalismo, autocracia, fascismo, comunismo, democracia-; muchos de ellos han caído pero, a modo de faro que siempre está iluminando, el capitalismo ha continuado imperturbable.

      Dado que la rentabilidad económica es el primer factor a tener en cuenta, todo se supedita a éste. Así ha sido y así llegamos a nuestra democracia en la que dos partidos políticos llevan “disputándose” el gobierno del país desde el óbito de Franco -con la Unión de Centro Democrático como primera experiencia piloto-. Estos dos partidos no cuestionan en ningún momento el capitalismo sino que lo defienden. Por lo tanto, sus medidas gubernamentales siguen la prioridad básica: rentabilidad económica y si ésta no sucede, tratar de conseguirla como sea.

      Podemos utilizar un lenguaje económico más o menos abstracto y complicado de entender para la mayoría de la ciudadanía pero siempre se mantiene el concepto clave: generar beneficios y acumular riqueza, a costa de lo demás y los demás.

      Por eso no les voy a votar; porque cuando hablan, piensan en la rentabilidad y no en la gente, piensan en generar beneficios y no en el posible impacto medioambiental que puede provocar estos beneficios en el futuro. Son partidos inmersos en la lógica capitalista y, por consiguiente, son parte de su sistema político.

      Y, al igual que al comienzo, nuevamente la Historia está para que sepamos que el ser humano apareció por este planeta hace millones de años como una especie a extinguirse porque sus condiciones físicas eran muy limitadas -no corría mucho, no sabía nadar- pero le salvó el uso de su inteligencia. Con ella, conoció las posibilidades de las piedras -posteriormente de los metales-, domesticó las especies vegetales y animales y pudo programar un futuro más halagüeño en cuanto a poder comer bien todos los días. Y estos logros -posiblemente creados por uno o escasos individuos- hicieron que las distintas comunidades humanas se beneficiaran al mismo tiempo. De hecho, el habla humana se inventó para comunicar avances tecnológicos y científicos. Nadie se quedó con las invenciones sino que éstas siempre tuvieron un factor social. Así han progresado la Filosofía, Matemáticas, Física, Química, Historia y un larguísimo etcétera.

      Todo esto lo tira por la borda el capitalismo. Con él, no hay solidaridad humana, ni intercambio de información creativa, ni respeto al medio ambiente; se colocan en amenaza seria de extinción bosques ecuatoriales y tropicales así como especies de animales -puma, oso pardo, lince ibérico, koala, ballena azul, tigre…-, en las ciudades aumenta el número de muertes por enfermedades relacionados con el corazón debido al estrés diario y todo se supedita a los números económicos quesiempre deben ser positivos y si no lo fueran se aplican medidas de ajustes que -¡miembros del PP y PSOE!-, siempre suponen el empobrecimiento de la mayoría de la gente.

      No olviden esto último y, por favor, cuando hablen de reformas necesarias piensen en el futuro de la Humanidad y del planeta a medio y largo plazo. Es decir, piensen en los hijos, sobrinos y nietos, tanto suyos como los de la gente que les quiere y, si pudiera ser, míreles a las caras.

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