Vuelve a casa por Navidad: El almendro, Prunus dulcis

  • 10 diciembre, 2024
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Vuelve a casa por Navidad: El almendro, Prunus dulcis

Vuelve a casa por Navidad” reza un reclamo publicitario, por todos conocido, que anuncia turrones, el postre estrella en las mesas navideñas. Los hay de muchos tipos, pero, al menos en España, la base de todos ellos es la almendra. Y, además, vivimos en la provincia donde, aunque discutido, tiene su origen el turrón: blando o duro –como decíamos de pequeños– o, dicho de otra forma, de Alicante o Jijona –como nos obligan a decir, por eso de las denominaciones de origen.

Pero el uso de la almendra, sobre todo en postres y pastas, es común en toda la cuenca del Mediterráneo, y si nos ceñimos a los postres españoles, son innumerables: mazapanes, almendrados, tortas de almendras, torta de Santiago y un sinfín de repostería que las utiliza. Y es que el cultivo del almendro (Prunus dulcis (Mill.) D.A.Webb) en la Península Ibérica tiene más de 2000 años. En la actualidad, España es el segundo productor de almendras a escala mundial, solo por detrás de EE. UU. Y en el territorio español, la Comunidad Valenciana tiene cerca de 100000 ha, siendo la tercera región española con mayor implantación de este cultivo, sólo por detrás de Andalucía y Aragón. Es por ello que para el sector agrario es muy importante, no sólo por la producción de almendra para consumo, sino también para la fabricación de aceites que son utilizados como emolientes y para el tratamiento de patologías como la dermatitis y la psoriasis; y en el sector de la perfumería es muy común utilizar la esencia de almendras. 

Por mucho que nos parezca un árbol propio, el almendro en realidad fue introducido desde su centro de origen en Asia Central, Persia y Mesopotamia, y, como hemos dicho, esto ocurrió hace más de 2000 años, de la mano de los fenicios. Posteriormente, los romanos, dándose cuenta del recurso económico que ofrecía el comercio de las almendras, lo favorecieron y propagaron. Es un árbol caducifolio que crece sobre suelos calizos, con una bonita floración que comienza en febrero, por lo que lo conocemos como: “el árbol que anuncia la primavera”. Tiene la particularidad de que las flores son el primer órgano que se desarrolla, y posteriormente lo hacen las hojas. Por tanto, hay un período en el que los árboles aparecen sólo con esas grandes flores blancas con tintes rosados, que los hacen tan llamativos y bonitos. Comenzó a cultivarse en las zonas costeras, pero poco a poco se ha ido extendiendo hacia el interior, donde su rendimiento, por causas climáticas, es mucho más bajo. Alguna vez hemos oído esta frase: “Villena, tierra de almendros, pero no de almendras”. Y es que el almendro no aguanta las heladas primaverales, por lo que éstas afectan a la formación del fruto. 

La almendra es su fruto. La mayoría de nosotros, la clasificamos entre los frutos secos porque seguimos la definición que nos propone el Código Alimentario Español (CAE), donde los frutos secos se definen como: “aquella parte comestible que posee en su composición menos del 50 por 100 de agua”. Pero en realidad, la parte comestible de la almendra es la semilla. Todos aquellos que hemos cogido almendras del árbol sabemos que la semilla está rodeada de una cáscara dura y esta, a su vez, de una envoltura verde con una capa superficial aterciopelada. ¡Qué interesante! Igual que un melocotón. Y es que, al igual que éste, el fruto del almendro también es carnoso –una drupa en el sentido de la botánica científica–, y como el melocotonero pertenece al mismo género, Prunus (Prunus persica (L.) Stokes); siendo ambos, por supuesto, de la misma familia: las Rosáceas.

Consideramos tan nuestro al almendro, que incluso lo hemos adoptado en nuestra cultura y costumbres. Así, nuestros vecinos de Sax, el día de su patrono, el 3 de febrero, adornan a San Blas con ramas de almendro en flor. También se representa a San José con una vara florida y ésta es una rama de almendro; pero que, en realidad, es la vara de Aaron de la casa de Leví, según cuenta la Biblia, símbolo de un poder espiritual. Bueno, mientras esperamos la floración de estos hermosos ejemplares, disfrutemos de los turrones navideños y compartámoslos con familia y amigos. Estos son tiempos de renacimiento, así como el sol comienza de nuevo a iluminar nuestros días. Celebremos la Navidad, el solsticio o el renacer de la luz, y tengamos sueños e ilusiones. Y hoy, más que nunca, deseemos que el ser humano se reconcilie consigo mismo y que reine la paz en un mundo cada vez más convulso. ¡Feliz Navidad!

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