Coevolución en su máximo exponente: las orquídeas
- 28 abril, 2024
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Estamos en tiempo de orquídeas. En estos días las podemos ver asomar entre nuestros pastizales en un paseo por el monte o por zonas más ruderales. Nuestras orquídeas mediterráneas son más humildes y menos vistosas que sus parientes tropicales, pero sus flores no dejan de tener un halo misterioso donde nos resulta difícil descubrir qué son los pétalos o lo sépalos, y mucho menos los órganos sexuales: estambres y pistilos. Y es que son las maestras del engaño. Ya lo decía Charles Darwin en su libro La fecundación de las orquídeas (1862): “Las variadas estratagemas que usan las orquídeas para atraer a sus polinizadores trasciende la imaginación de cualquier ser humano”.
Muchas especies de plantas con flores premian a sus polinizadores con regalos, ya sea polen o néctar, y muchas orquídeas no son ajenas a estos procesos. Pero algunas de nuestras orquídeas lo hacen de una manera muy curiosa: son tan afines a un polinizador concreto, que han transformado parte de sus pétalos –lo que llamamos el labelo–, en algo que recuerda el abdomen de la hembra de la especie polinizadora, incluso huelen como ella. Hay una relación interespecífica casi irremplazable. El engaño es total, porque estas orquídeas no dan nada a cambio; aun así, el insecto macho no se puede resistir al abdomen de la hembra, un trampantojo irreprimible, y los machos se afanan en copular frenéticamente con estos labelos frígidos, una vez tras otra. Siempre de forma fallida, en una falsa cópula, incompleta, lo que se llama la pseudocópula. ¿Será esta su recompensa? ¿Un atractivo sexual irrefrenable que termina con la insatisfacción e incluso con la muerte del insecto macho? O quizá no… nada sabemos de los gustos sexuales de estos pequeños animalitos. Y, ¿si los insectos experimentan algún tipo de placer y se van tan satisfechos? Pero a los ojos humanos, el resultado es un fracaso sexual; y no sólo eso, sino que además se lleva pegados en su cabecita o en su trasero –dependiendo de la posición que tenga que adoptar en esa pseudocópula–, dos cuernecitos que son los polinios y que encierran el polen. Y vuelta a empezar: buscarán otra flor engañosa y, en una danza amorosa cíclica e interminable, depositarán el polen en el estigma del pistilo de otra orquídea. Se habla en muchos casos de “coevolución” (evolución concertada o adaptación evolutiva mutua) entre las plantas y los insectos; aunque, más a menudo, hay una verdadera utilización del insecto por parte de la planta para su exclusivo beneficio.
Son las plantas más populares en el día del amor, San Valentín. Cada 14 de febrero las floristerías y comercios se llenan de orquídeas, ya que aparentemente no sólo son irresistibles para los insectos, los humanos también les tenemos una devoción especial. Su propio nombre “Orchis” –con el que el padre de la Botánica, Teofrasto, bautizó a algunas orquídeas mediterráneas allá por el siglo V a.C. –, significa en griego “testículos”, haciendo referencia a los dos tubérculos globosos que tienen muchas de las especies europeas escondidas bajo el suelo, entre sus raíces. Y este atributo, ha sido el responsable de que a estas plantas a menudo se les atribuyan propiedades afrodisiacas.
Esta estrategia de cambiar sexo por sexo, polinización por copulación, ha sido muy beneficioso para estos curiosos vegetales. Según los datos existentes, el 7% de las plantas con flores son orquídeas, agrupando en alrededor de 35000 especies. Esto las convierte en la familia botánica más extensa. Como dice el refrán, “algo tendrá el agua cuando la bendicen”.
En Villena contamos con 20 especies diferentes de la familia Orchidaceae, distribuidas en nueve géneros. Las más comunes son las especies del género Ophrys (O. fusca, O. speculum, O. tenthredinifera, O. incubacea, O. lupercalis, O. lutea y O. apifera). Además, algunas orquídeas, por su rareza, están recogidas en el Catálogo de Valenciano de Especies de Flora Amenazada como Anacamptis papilionacea (Orchis papilionacea), Neotinea ustulata (Orchis ustulata), Himantoglossum hircinum o Himantoglossum robertianum (Barlia robertiana). Podemos considerar que tenemos un territorio con una buena representación de estas plantas, ya que tenemos representadas 20 de las 46 citadas en la Comunidad Valenciana, lo que supone casi la mitad (43,5 %) de nuestra orquidoflora autóctona. Pero tengamos siempre presente que estas flores son de una extrema fragilidad y su persistencia está sometida a unos precisos equilibrios biológicos que pueden desmoronarse con rapidez y de modo irreversible si sometemos sus poblaciones y hábitats naturales a una presión excesiva. Evitemos a toda costa recolectarlas, tomemos buenas fotos y disfrutemos de su espectacular floración sin dañar su natural belleza.
Para terminar, recordemos que en este mes de abril hemos celebrado el día Mundial de la Tierra. No dejemos que nuestra primavera sea silenciosa y escuchemos los sonidos de la naturaleza, disfrutemos de ella. Aprovechemos para reflexionar y hacer una verdadera conexión con “toma de tierra”.