Cuando todos somos uno

  • 19 abril, 2024
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Cuando todos somos uno

Cuando uno se encuentra falto de espíritu, con el ánimo por los suelos, desubicado y tenso,   hay muchas formas de tratar de salir del pocico,  y una auténticamente sanadora es  rodearse de gente luchadora, peleona, que con la  misma facilidad que se ilusionan,  caen  y vuelven a subir. Un,  dos, tres, por ejemplo, deportistas.

Yo no lo soy. De hecho pertenezco a la clase pasiva de seres humanos. Me sé de cabo a rabo la teoría. Los beneficios físicos y psíquicos de cualquier clase de deporte,  y aunque no todos los deportes me gustan, soy aficionado a alguno de ellos. Muy poco al fútbol. Aficionado de ver, no de practicar. Y quizás precisamente por no transmitir a mis hijos la pereza que me da ya sólo pensar en un ejercicio físico, quizás porque debiera haber tomado en serio aquellas recomendaciones médicas para beneficio de mi prematuramente maltrecha  espalda, quizás por todo eso,  puse empeño en que mis polluelos practicaran el deporte que mejor pudiera prevenir una posible escoliosis hereditaria; la natación.

La natación  es un deporte individual, el nadador y la resistencia al agua y en el agua, pero desde los inicios en el club de natación, cuando cada uno termina de nadar su prueba, su misión es animar a los compañeros que nadan en otras series, en  otras pruebas, al grito de ¡ Va, va!  Un rito que al fin y al cabo pretende “hacer piñita, hacer club”. Por eso suelen gustarles tanto los relevos, porque ahí sí se forma equipo y la victoria o no, depende de los cuatro o seis nadadores, que lo nadan, del esfuerzo colectivo.

Pues eso que se denomina “Copa Autonómica” es un relevo continuo. Este fin de semana pasado la vivimos en Castellón, con el arrocito de la canción de Manolo García. En cada prueba,  siempre dos nadadores del Club Natación Villena frente a otros clubes. Y no ha sido fácil. El camino hasta llegar a la liga en Castellón ha sido tortuoso porque hay que descartar nadadores, cubrir pruebas para obtener el mayor número de puntos, los entrenadores aguantando los nervios y las neuras de cada nadador, concienciados de qué somos, qué podemos esperar y que sea como sea, lo damos todo. Esa es al fin y al cabo la meta. Disfrutar con el deporte. Tuvimos la mala suerte de no tener opciones a un mejor puesto en la edición anterior por circunstancias ajenas al club y de repente, paff, una baja nos pasa directamente a primera división, que se dice pronto. ¿Se ganó en los despachos lo que los burócratas no nos dejaron ganar  en el agua?  Pudiera ser. Nos pilló con el paso cambiado; un poquito. Pero cuantas alegrías nos han dado estos muchachos y muchachas. Algún susto que otro, también, pero quedó en eso. Y un tremendo aprendizaje. Aprender que hay un derecho a equivocarse para madurar, para perfeccionar, para conocerse y conocernos. Aprender que a veces nuestras limitaciones no son tantas como creemos. Que nunca se da nada por perdido. Que viene gente con savia nueva, fuerte y con ganas, que serán lo que ellos quieran y nosotros les transmitamos. 

Los detalles técnicos, las mínimas, los comentarios estrictamente deportivos, los dejo para los verdaderos deportistas. Yo les cuento esas cositas que a mí me gustan, los abrazos, las chanclas de Rayo Mcquenn prometidas como amuleto,  los pasillitos para la nadadora más joven porque ha tenido tremendo valor, la preocupación por la salud del compañero que ha sufrido un percance, que los nadadores  que una vez fueron arropados por el grupo sean quienes arropen  ahora a los recién incorporados, los acompañen, les hagan las cosas un poquito más fáciles. Cariñico. El círculo de los “guerreros del agua” gritando ¡¡Villeeeeeena!!  antes de la compe, los pelos como el alambre. Los gorros “fresa”, los saludos y los brindis a la  afición, padres, madres, hermanos pequeños… en la grada, celebrándolo todo. Marcando el ritmo, gritando, golpeando panderos y tambores, haciéndonos escuchar para nuestros nadadores, pidiendo que bote todo Castellón, unificándonos con la afición de otro equipo, por qué no, el Vinaroz, porque empieza también por V, porque el espíritu deportivo también se vive  fuera de la piscina. Porque como dijo un padre con mucha gracia, el año que viene, volveremos a intentarlo, aunque nos llamen el “equipo ascensor”. Que no falte el humor.

Que no nos falten tampoco los consejitos del nutri, cuidao, los calambres. El proveedor de la fruta, la neverica, los bocaditos de torta secreta, que volaban. La marcha mora y “salir niñas al balcón” y lo que haga falta,  con tal de disfrutar de la fiesta del deporte. 

Que no nos falte la unión, porque cuando todos somos uno, somos CLUB.

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