¡Qué no me llames!
- 9 febrero, 2024
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Poco se habla de las llamadas de los teleoperadores y sus efectos secundarios. Exactamente no sé si se llaman así ni si el trabajo que realizan tiene ese nombre, pero seguro que saben a qué y a quienes me refiero. Son las personas que están detrás de las decenas de llamadas que recibimos al día o la semana, desde números de teléfonos que no tenemos grabados en nuestra agenda pero que atendemos por si fuera de un futuro cliente, una oferta de trabajo, alguien que ha cambiado de número de teléfono y desea comunicar con nosotros o vaya usted a saber.
Las reconocerán porque al descolgar el teléfono la voz del otro lado les dirá algo como “buenas tardes, es usted el titular de la línea” o “le llamamos de la compañía tal para hacerle una oferta en su factura de cual”, ya sea gas, electricidad o teléfono. También ofertan servicios sanitarios. Y luego aquellas otras en las que te ofrecen una tarjeta mágica o un crédito, al alcance de tu mano, como si no tuvieras que devolverlo y, con intereses. Pero que perseverancia, por favor. Y luego están las que yo llamo “las llamadas fantasma”, esas en la que descuelgas el teléfono y por mucho que digas “si, si” o “diga, diga” nadie responde. Esas son las realmente peligrosas según las autoridades y expertos en jaqueos varios, porque en esos segundos que pasamos en el limbo de la llamada es cuando los muy malos aprovechan para engancharse a nuestro teléfono y conseguir tarifa plana, que por supuesto pagaremos nosotros. Eso en el mejor de los casos, si no han entrado en cuentas bancarias etc. ¡Que padecer!
A veces intento imaginar cómo será el centro de trabajo de estos teleoperadores. Si será como antes, antes de bastante antes, como sale en las películas en blanco y negro, en lugares ruidosos con paneles llenos de cables que pinchaban y movían con destreza las entonces señoritas operadoras, o si las llamadas las hacen desde su propia casa, teletrabajando, en pijama y batín. Y aunque me cuesta, a veces intento ponerme en su lugar, y pienso que hay que tener mucho aguante para que una y otra vez, te cuelguen, se nieguen a escucharte, te manden a hacer gárgaras o… Me imagino incluso una lucecita verde brillante que se enciende, y confettis despedidos por un cañón, de pura alegría cuando uno de los/las muchachos/muchachas al teléfono consigue un objetivo. Podré dormir sin saberlo, tranquilos.
En las semanas previas a la Navidad, imagino que aprovechando que el corazón se nos pone blandito, cesó la presión de las compañías de suministros varios, créditos etc y les dejaron espacio a las asociaciones sin ánimo de lucro. Recibí llamadas de todas o casi todas, de las que soy socia para pedirme una colaboración especial; de las que no lo soy, para captar un nuevo colaborador. Cruz Roja, Acción contra el hambre, Médicos sin fronteras, Asociación contra el Cáncer, Unicef…esas que yo recuerde. Labor encomiable la de todas ellas pero, lamentablemente y aunque ya me gustaría a mí, no nos es posible la colaboración económica con todas. He vivido incluso una lucha interna entre “operadoras”. Yo era, sin saberlo, el objetivo principal de dos “agentes”. Andaban a ver quién se apuntaba el tanto mientras yo pensaba que había estado hablando siempre con la misma persona. ¿Tendrán comisión por objetivos?
Currárselo se lo curran. Les estás dando largas en tos los morros y ellos insisten, insisten…”pero señor, déjeme que le explique, si es ventajoso, cómo no lo va a querer” y dale Perico al torno.
Yo creo que tienen estudiado incluso el horario en el que estamos más receptivos. Imaginen en agosto, calor soporífero, plena siesta, suena el teléfono y lo coges con una caraja de dos pares y con la confusión, aceptas entrar en un grupo de apuestas on line. Basado en hechos reales, tan reales como que son los míos. Menos mal que entonces todavía había que rellenar unos papelitos, firmar etc, para terminar de cerrar el negocio. Salvado por la campana porque a estas alturas quizá hubiera perdido hasta la camisa o quien sabe si sería un mafiosillo de cuidao. En otra ocasión me vendían aires acondicionados, y en un momento de ira, les contesté que había arrancado de cuajo los aparatos porque no me gustaban. Así, a lo loco, sin pensar. Pero aún así, insistieron,
En fin, comercializadoras varias, bancos, seguros, asociaciones etc. Os agradezco vuestros desvelos por mí y por los míos, pero no me llaméis más; os voy bloqueando poco a poco pero siempre encontráis la manera de volver al ataque. Por favor, evitarme el trago de tener que colgar el teléfono malamente, tras, tras, o mentiros, y volver a mentiros y ser terriblemente maleducado con vuestros teleoperadores.
F. MARTINEZ