El oro que reluce

  • 18 enero, 2011
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La adolescencia es una etapa complicada de la que no es difícil perder la fe. Motivos hay de sobra para ello. Lo cierto es que se trata de un período complicado de la vida, un período en el que uno se encuentra descolocado, se ve como un proscrito dentro de una sociedad que le amordaza y le retiene y ante la que se termina convirtiendo en un rebelde sin más causa que ninguna, un revolucionario de lo imposible armado únicamente de su testosterona que termina dándose de bruces con la realidad.

Sin embargo, no es miseria todo lo que reluce. También hay mucho oro brillando en ese difícil mundo que cada uno de nosotros hemos debido de padecer en el pasado. Entre nuestros jóvenes encontramos muchos casos de adolescentes responsables y entregados que vienen a demostrar que hay infinidad de excepciones que, lejos de confirmar la regla, la desmontan.

Todos conocemos ejemplos de estudiantes que compaginan sus obligaciones escolares con otro tipo de actividades; que ayudan en casa e, incluso, fuera de ella. Jóvenes con iniciativa que dedican parte de su tiempo en tareas diversas. Ese es el caso, sin ir más lejos, del Centro Juvenil Don Bosco. A lo largo del año, planifican y desarrollan actividades, no solo pensadas en ellos mismos, sino también para compañeros más jóvenes. Esperados y aplaudidos son los montajes musicales con que deleitan anualmente al público villenense.

Pero no son los únicos. Recientemente se ha dado a conocer el colectivo “Penquicas de la Laguna y Nabicos del Pinar”, colectivo nacido al amparo de la comparsa de Marruecos. Especializados en el desfile de la Retreta, los suyas son actuaciones perfectamente elaboradas y orquestadas, no exentas de ese ojo crítico tan necesario en una sociedad cada día más desprovista de tan preciado tesoro.

No es desdeñable el trabajo realizado en uno y otro caso. Valores como el compañerismo, la cooperación, la solidaridad o el esfuerzo son aprendidos y aprehendidos como algo natural y consustancial cuando se llevan a cabo tareas tan saludables como las desarrolladas por uno y otro colectivo.

Los últimos en apuntarse al carro (ignoro el tiempo que llevan metidos en este tipo de tinglados) son los miembros del grupo que participó en la última cabalgata de Reyes con la temática de Alicia en el país de las maravillas. Por desgracia, el desafortunado lugar en el que fueron ubicados, al final, justo detrás del camión de los juguetes, hizo que una actuación como la suya, que aportaba originalidad y colorido al desfile, quedara deslucida.

Hace algunos años, se trató de potenciar el citado desfile con montajes que, si bien no tenían demasiada relación con la Navidad, al menos sí aportaban un aire nuevo, al tiempo que suponían un contrapunto al aspecto más litúrgico de la cabalgata. En esta edición, para un grupo que ofrecía algo diferente, se le coloca en un lugar donde pasaba desapercibido para el público. Este contratiempo, sin embargo, no debe empañar un trabajo bien hecho del que sus miembros deben sentirse muy orgullosos.

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