Carta del Jefe Indio

  • 17 enero, 2011
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En el año 1854 el jefe indio Noah Sealth respondió de una forma muy peculiar al presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, con motivo de la creación de una reserva india promovida por el hombre blanco. En dicha misiva el jefe indio afirmaba:”Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques…. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas”. La citada carta se considera el primer manifiesto en defensa del medio ambiente y la naturaleza. No en vano, ciento cincuenta años después, el texto sigue siendo vigente, ya que el ser humano continúa su desaforado maltrato a la naturaleza como si esta agresión constante no tuviera consecuencias.

      En Villena, el jardín anexo a la plaza de toros ha sufrido un atropello incomprensible. Cualquier persona que se acerque por estas inmediaciones podrá comprobar el estado en que ha quedado. Hay que hacer constar que este lugar era propicio para tomar el fresco en verano por parte de personas mayores y no tan mayores, así como el cobijo de una pandilla de jóvenes que se reunían allí. Claro que estas consideraciones no han sido obstáculo para llevar a cabo un destrozo tan calamitoso que solo provoca amargura y tristeza. ¿Tan sobrados de árboles y arbustos estamos en Villena como para arrancar lo poco que hay?. En otras ciudades, con mayor sensibilidad ecológica, se cuida el arbolado, se miman las plantas, que a duras penas sobreviven entre la polución; se toman medidas para mantener el patrimonio verde porque es sabido que proporciona vida. Desgraciadamente, en Villena, esto no se ha producido. Ya hubo un peligroso precedente con la actuación efectuada en el Parque Ruperto Chapí. Allí quedaron claras las maneras de nuestros gobernantes locales, con el resultado de una tala importante de árboles y arbustos. Sin embargo, la ciudadanía pareció no darle demasiada importancia, al fin y al cabo había  que despejar la vista de la fachada de nuestro rutilante Teatro Chapí. Ahora volvemos a las andadas con otro pequeño foco verde y con idéntico fin: dejar intacta la vista de la plaza de toros conforme nos aproximamos a la misma. Es decir que, antes en el Paseo Chapí y ahora en el jardín que glosamos, lo importante y definitivo ha sido la foto; nada que impida la admiración de estos monumentos; el afán por primar la vista del edificio por encima del cuidado de la zona verde ha prevalecido. Digámoslo claramente :¡un árbol que se arranca, es un árbol que ya no existirá jamás!. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿quién le devuelve la sombra de estos árboles, tan brutalmente podados, a quienes se reunían bajo sus hojas?. Sabemos que hay vecinos que han lamentado profundamente esta aberrante acción contra el parquecito. ¿Cuántos años, otra vez, habrá que esperar a que los árboles den sombra?; ¿quién, en verano, se arrimará a tres árboles desolados y casi huérfanos de vida?. ¿Quién?.

      Está claro que la acción política está marcada por multitud de aspectos que condicionan su quehacer. El programa electoral es, luego, una goma que se estira y encoje según convenga. Ningún partido político lleva en su programa el arrancar árboles y arbustos porque parecería algo animal; sin embargo, después, ya instalados en el gobierno, la cosa se amolda a las circunstancias. Y si las circunstancias dictan que la fachada de un edificio es digna de contemplar y fotografiar sin nada que lo impida, pues se actúa conforme a ese requerimiento.

      A estas alturas de mi comentario, tener que repetir lo que sabemos acerca del beneficio de las plantas en cuanto a purificar el aire, casi resulta insultante. Pero lo voy a repetir: las plantas absorben el famoso dióxido de carbono y nos devuelven oxígeno, que dicho sea de paso, es el gas que respiramos. Una ciudad, un pueblo, un país… que esté comprometido con la defensa del medio ambiente, llevará a la práctica políticas más cuidadosas y favorables con la naturaleza; sin embargo aquellos que antepongan lo inmediato de una foto, de unas elecciones, de intereses distintos a lo que dicta el sentido común, y se plieguen a la renta a corto plazo, estarán jugando peligrosamente con el  bienestar de la población.

      Ya lo expresaba con rotundidad el jefe indio en su carta al jefe blanco: “Se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes…¿Dónde está el matorral?. Destruido. ¿Dónde está el águila?. Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia”.

      Pero que nadie se incomode, el jefe indio era un “salvaje” que no comprendía otro modo de vida. 

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                    Francisco Tomás Díaz

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